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Una de las cuestiones que surgen al momento de definir un proyecto educativo es determinar cuál debería ser la educación adecuada para una sociedad plural, multicultural y cada vez más interconectada. Hoy, en la segunda década del siglo XXI, ya no es dable educar bajo los esquemas de hace 20 años. Entre las razones para ello está el hecho de que vivimos la efervescencia de una nueva cultura, la era digital, la inteligencia artificial, la novísima tecnología que permite una relación más compleja con el mundo del conocimiento. Es preciso emprender en una nueva alfabetización: el acceso a la informática.
Cada generación fue educada en los paradigmas de su época. De 1960 a esta parte, a la vuelta de medio siglo y cuando en una misma sociedad conviven tres generaciones: la de los abuelos, los padres y los nietos, la más adulta se halla aislada con relación a la más joven; entre ellas existe una brecha tecnológica que las separa. Algo tan elemental para el entendimiento juvenil como son sus destrezas frente al ordenador, resulta ser tan arcano para los adultos. La pantalla del computador se ha vuelto el espejito en el que se contempla el jactancioso hombre de hoy.
Oswald Spengler, a inicios del siglo XX, habló de la “decadencia de Occidente”, Paul Valéry, por esos mismos años, sintió el vértigo del fin de una civilización. Ahora nos hallamos en el ascenso de una nueva era en la que, para acceder a ella, es necesario poseer la llave de otras cogniciones y habilidades intelectuales que nos permita descifrar novísimos lenguajes de una cultura renovada. Y aunque muchas de estas inteligencias y audaces pericias de hoy se sustenten en la esperanza de llegar a un futuro mejor sin los males, fanatismos y enfermedades que agobian a la humanidad presente, nunca dejará el ser humano de mirar lo que ha construido: el testimonio de lo que fue y de lo que pudo, la marca de su espíritu palpable en las grandes creaciones de la cultura: en las epopeyas, mitos, óperas, edificios y más triunfos del arte en esa inacabada aventura de la memoria por vencer el olvido.
Educar debe ser mirar al hombre completo: lo que ha sido, lo que es, lo que tiende a ser. El hombre es, a la vez, retroalimentación (visión hacia el pasado) y proyección (visión hacia el futuro). Sobre la máquina siempre estará el hombre y no al revés. Humanizar al robot parece ser la tendencia; mas, robotizar al hombre sería deshumanizarlo. Humanidades, ciencia y habilidades tecnológicas encarnan el pulso y el aliento completos del ser humano. Una educación que tome en cuenta las tres vertientes del conocimiento dará cuenta del hombre cabal. Es esta semántica del pasado y esta construcción del futuro lo que nos vuelve privativamente humanos y deben estar presentes en toda planificación educativa si esta pretende ser equilibrada y comprensiva de lo que es el sujeto humano.