¿Quiénes son los intelectuales del socialismo del siglo XXI? ¿Persisten las nociones seráfica y moderna sobre los intelectuales? La primera sustenta que son infalibles, honestos, osados y están destinados a defender el bien: paz, justicia, libertad, y a combatir el mal: fascismos, autocracias, xenofobias. Desde una visión crítica, en cambio, encarnan una ligereza congénita, aunque a la luz de otra faceta, sean lúcidos teorizadores o excepcionales artistas. Las dos concepciones adolecen de un vicio común: otorgar virtudes o carencias innatas de la condición humana.
Mediaba el siglo XVIII cuando los intelectuales orientaban la opinión pública. Guías de la sociedad, sustentadores del deber ser, utopistas y moralizadores; su presencia está jalonada por imborrables episodios como el célebre caso de Alfred Dreyfus, quien mediante aciaga sentencia fue condenado al exilio, y la defensa de Émile Zola, “Yo acuso”, que conmovió a Francia y al mundo.
Pero la historia nos enseña que los intelectuales son capaces de cometer barbaridades: Luigi Pirandello, D’Annunzio o Marinetti convertidos en exégetas del Estado fascista, o Julien Benda, creador de un extraordinario alegato a favor de la independencia de los intelectuales, protegiendo sentencias estalinistas. Los intelectuales “tradicionales” (sabios, científicos, escritores, artistas, periodistas) han cedido su voz a marketineros, estadísticos, ciberactivistas, más allá de su “exclusión del debate público”, pregonada por Pierre Bourdieu a fines del siglo pasado.
En la teoría revolucionaria existía la utopía de que la política se resolviera en el triunfo de lo social. No sucedió. La política se difuminó, no se transmutó en lo social, sino que se vino abajo arrasando utopías sociales. Por nuestros lares, un grupúsculo de intelectuales devino en bufones del autócrata de la década extraviada (musiqueros, escritorzuelos, poetastros, artistuchos), y cuando no les servía pasaron a ser rodapiés del nuevo gobernante.
Czeslaw Milosz escribió El pensamiento cautivo, lapidario testimonio de la castración mental de los intelectuales que articuló la llamada “dictadura marxista”. No obstante las demoledoras pruebas del saqueo que los caudillos del socialismo del siglo XXI operaron en su nombre, ¿hay intelectuales que siguen creyendo en ellos? De ser así, dejaron de pensar y leer, o son igual de corruptos o minúsculos que circulan por los bajos del poder.
Nuestro tiempo observa el advenimiento de otra era civilizatoria, cuya urdimbre está tramada por la inteligencia artificial, la robótica, la genética (“vivir jóvenes hasta el instante de morir”). Se asegura que se está reduciendo la desigualdad, pero la miseria campea en los países en desarrollo. ¿El “ser-do” humano refocilándose en el poder solo para reventar su ego, arribar a zonas de confort o atracarse de dinero?