Intelectual corrupto

¡Qué racistas que somos todavía! En el fútbol, el jugador afro que hace bien las cosas es tratado con cariño, pero a la mínima falla aflora espontáneamente desde lo más hondo el “negro hijoep…”. En muchos círculos tratar de indio a alguien es un insulto. Longo es una mala palabra. Muchos somos machistas, hombres y mujeres. Usamos y maltratamos a la mujer. Los publicistas son los peores. Cualquier propaganda o portada que se precie debe exhibir unas siliconas: “Sin tetas no hay paraíso”.

Algunas de estas características de nuestra identidad son muy viejas. Vienen de allende el tiempo. Brotan de las brumas de la Colonia y de la formación religiosa. De esas épocas también provienen el patriarcalismo, el paternalismo, el servilismo, la sumisión y la hipocresía. La figura del padre mandón, violento, proveedor y generoso está en nuestra sangre. Buscamos permanentemente ese “papá” en la vida cotidiana, en el trabajo y en la política y asumimos como normales la intolerancia, la brutalidad, la mofa si vienen de esa autoridad que nos “protege”.

Anhelantes perseguimos el encuentro con algún mesías. Y los redentores de derecha o izquierda surgen a montones. Con el látigo en la una mano y la miel y bonos en la otra. Si los mesías no aparecen, los inventamos. Los moldeamos a nuestra imagen y semejanza. Aunque tengan un PhD o una “refinada formación” hacemos que no les importe hacer el ridículo. Aprenden a mimetizarse con el pueblo: balbucenan kiwchua, bailan y cantan en la tarima. Lo importante es el juego de seducción con nosotros.

Somos regionalistas. En Quito incomoda el desenfado y “ligereza” de los “monos”. En la Costa ven con recelo a los serranos. Los ven cerrados y ambiguos.

Pero, a más de lo anterior, los ecuatorianos nos estamos volviendo cínicos, pragmáticos e indolentes. La corrupción se exhibe impúdicamente. Casi se ha convertido en un valor acompañada de la impunidad y quemeimportismo de todos: “Que roben nomás, pero que hagan obra”. Doble moral. Se estigmatiza a los adolescentes por la droga, pero el Canal incautado por el Estado echa loas a Pablo Escobar.

Los mayores cínicos son algunos intelectuales. Comparto las ideas de Iván Carvajal publicadas en el periódico Hoy del 14 de octubre pasado: “Cuando yo veo intelectuales que se vuelven serviles al poder. Cuando se silencian ante al poder, yo veo intelectuales corruptos...”. Cómo no pensar como Iván cuando vemos los silencios alrededor de los chicos “terroristas” de Luluncoto apresados por tener libros de autores “revolucionarios”.

Sin embargo, los ecuatorianos también llevamos en nuestros genes la generosidad, la reciprocidad, la complementariedad, el amor al trabajo y la honestidad que heredamos de aquellos que vivían en estas tierras antes de la llegada de los incas. Esta parte de nuestro ser debe aparecer: Ya!!

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