Insoportable levedad del poder

Resulta sobrecogedor el cáncer de Hugo Chávez. El mandatario omnipotente y portador de una capacidad inigualable de encantar serpientes ahora, finalmente luce humano y debilitado. La enfermedad, ocultada y resguardada y ahora tenuemente revelada, hace que la infalibilidad, eternización y arrogancia del poder se enfrente con la fragilidad y temporalidad de la vida humana. Chávez, que hace pocos meses había nuevamente advertido al mundo de su candidatura sempiterna para la elección presidencial de 2012, ahora se enfrenta a la única certeza de la vida humana, la posibilidad de su propia muerte.

Como ocurrió con la propia enfermedad de Fidel Castro, este episodio fue encubierto con el más cuidadoso sigilo por parte del régimen cubano. El secretismo y el ocultamiento, así como la falsedad en torno al tipo de dolencia que sufría Chávez fue guardada como secreto de confesión. Seguramente esto responde a la continua necesidad de estos regímenes de mostrar una imagen inquebrantable de fortaleza e inmunidad frente a las amenazas internas o externas. Además, no solamente está en juego la figura personalísima del líder, que para ambos casos, se ha convertido en una especie de semidiós iluminado que se mantiene hasta la eterna victoria, sino que el grado de simbiosis es tan fuerte, que la debilidad o ausencia temporal o definitiva del uno es un asunto de vital importancia para el otro. Por eso la Cuba castrista hará los esfuerzos más intensos e imposibles por sanar el cáncer de Chávez.

La enfermedad del líder venezolano abre un capítulo inesperado e impredecible para la propia Venezuela, Cuba y el eje bolivariano. Es poco probable que de tener que retirarse de la política, el PSUV logre mantenerse unido y pueda seguir gobernando. El carisma singular de Chávez y el inmenso poder constituido alrededor de su propia figura, hace imposible pensar que exista un real sucesor para su gobierno. Las facciones chavistas probablemente se enfrentarán unas a otras peleando por espacios de poder y no lograrán mantenerse cohesionadas de cara a las elecciones.

La oposición tampoco la tiene fácil. A pesar de todos los esfuerzos de unificación, no parece existir en la magra unión, una agenda mayor que el rechazo al propio Chávez. Sin él en escena, quizás los movimientos que caminan juntos, también empezarán a disputarse el poder entre ellos. Y será compleja la tarea de reconstrucción democrática y económica de Venezuela que luego de haber vivido el boom petrolero más importante de su historia, se encuentra ante un descalabro económico.

En todo caso, la presencia de Chávez en el poder hasta el 2031 luce lejana. Chávez, ahora solitario ante su destino vital, es al igual que todo el resto, un común mortal.

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