La presidenta de la Asamblea Nacional ha anunciado que condecorará con la presea “Manuela Sáenz” a Cristina Kirchner, quien visitará el Ecuador, especialmente invitada por el gobierno.
¡Qué ironía! Mientras en Argentina se acumulan razones y pruebas para enjuiciar a la ex presidenta, llamada a responder por gravísimas acusaciones de corrupción, lavado de dinero, enriquecimiento ilícito e irregularidades en la contratación pública; mientras se multiplican las delaciones provenientes inclusive de antiguos colaboradores sorprendidos contando ordenados montones de inexplicables billetes o tratando de esconder, en un convento de ingenuas valetudinarias monjas, millones de dólares en costales; mientras se revela que la hija de Kirchner guardaba en su casa más de dos millones de verdes billetes; mientras la justicia argentina va cerrándose alrededor de quienes parecen haber sido los mayores responsables de uno de los más escandalosos casos de corrupción, el socialista Correa invita a la socialista Kirchner y nuestra socialista presidenta de la Asamblea anuncia que le entregará, como homenaje oficial, la presea que lleva el honroso nombre de Manuela Sáenz.
Los actores de tamaña arbitrariedad nos dirán luego que la señora Kirchner no ha sido aún juzgada y que hay que considerarla inocente mientras no sea declarada culpable. Pero el gesto que comentamos implica que Correa y Rivadeneira, antes de que la justicia argentina se pronunciara, decretaron su inocencia y resolvieron presentarle como modelo y ejemplo que hay que imitar y condecorar. ¿No podían esperar, por prudencia elemental, la decisión judicial argentina?
Lo menos que se puede exigir a nuestras autoridades es que –ya que les falta el buen juicio- tengan un poco de sensibilidad con respecto a los sentimientos del pueblo ecuatoriano que, hastiado y escandalizado por la corrupción que impera, de ninguna manera puede encontrar justificable condecorar a quien está afrontando tan graves y aparentemente bien fundadas acusaciones.
Por otro lado, no cabe negar que asuntos como este se relacionan con lo que debería ser una política internacional seria. Los desatinos del gobierno, que le llevaron a no escatimar duros calificativos al proceso político del Brasil, suscitaron la dura respuesta de ese país. Parece que se estaría buscando lo mismo en el caso de la Argentina. ¿Tan goloso es nuestro gobierno en cuanto al ejercicio del poder que pensó que los Kirchner gobernarían por siempre a la República Argentina?
Ahora, a escasos meses de inaugurada, la estatua de Néstor Kirchner en la sede de Unasur se ha convertido en un incómodo monumento a la insensatez y una demostración más de que la política externa de Correa supedita los intereses del Ecuador a los de la agonizante ideología del socialismo del siglo XXI.