El mundo de la resolución negociada de conflictos me ha permitido conocer muchas realidades sobre las cuales vale la pena reflexionar .
Una de ellas, frecuente entre nosotros, es que personas en conflicto malgastan enormes cantidades de tiempo, energía y dinero en pelearse hasta la hostilidad, e incluso la enemistad, para más tarde, habiendo experimentado amarguras, decepciones, pérdidas y dolores, y luego de mucha autojustificación y duda, cambiar de rumbo en busca de una resolución negociada, el camino a la cual, como es de esperar, han vuelto muy difícil.
¿Cuáles son las raíces de ese innecesario y poco lógico desgaste? La primera de esas raíces es la manera egoísta en que muchos tienden a mirar la existencia misma de conflictos con otros. En un notable estudio de la violencia humana, el doctor James Gilligan, profesor de psiquiatría en la Universidad de Harvard, describe el caso de una mujer que había asesinado a un hombre para robarle. “¿Por qué lo mató?” pregunta Gilligan. “Porque necesitaba dinero,” responde ella. Vuelve a preguntar el doctor: “Y si alguien le roba a usted porque necesita dinero, ¿le parecería bien?”. “¡Claro que no!”, responde ella, airada. “¿Por qué no?”, pregunta el doctor. Y ella responde: “Porque necesito mi dinero”. Para ella, el único referente de “bueno o malo” eran sus propias necesidades, las únicas que a juicio de ella merecían satisfacción.
Tristemente, no es la única persona que piensa así. Muchos encuentran difícil aceptar que es válida la satisfacción de las necesidades de otros, no solo de las propias. Muchos no han logrado vencer lo que en el fondo no pasa de ser el narcisismo del niño malcriado, que se relaciona con el mundo a través de “Yo quiero y a mí me gusta, y si no me satisfacen, me da berrinche”.
La segunda raíz de ese innecesario desgaste es descrito por el psicólogo social Morton Deutsch como una “excesiva orientación competitiva”. La competencia es positiva en muchos ámbitos, incluidos no solo el deportivo sino, muy importantemente, el económico. Competir nos hace fuertes, hábiles, eficientes, perseverantes. Estimula la consciencia de que para ser mejores, debemos reconocer nuestras deficiencias y hacer esfuerzos por mejorar. Pero la orientación competitiva se torna malsana cuando el único objetivo es ganar, siempre, no importa cómo, mostrando en todo momento que uno sabe más, puede más, es más.
El innecesario desgaste de las relaciones humanas es evitable con actitudes maduras y humildes, que aceptan como legítimas las necesidades de otros y se satisfacen con la satisfacción de esas necesidades. Lo contrario tiende a validar el comentario del gran economista inglés John Maynard Keynes de que “los humanos generalmente hacemos lo razonable, pero solo luego de haber intentado todas las demás alternativas .
“