Podríamos sintetizar 2 de los hechos más importantes de la actualidad estadounidense con la simple temática: las instituciones fundamentales de control no tienen acceso a toda la información.
Por un lado, el sitio web Wikileaks ha publicado en julio alrededor de 70 000 documentos secretos sobre las operaciones estadounidenses en Afganistán. Incluso un video del ataque de un helicóptero americano en el 2007 en donde este mata a 2 periodistas de la agencia Reuters.
Los documentos tienen suficiente fuerza como para que el electorado americano reflexione acerca de sus decisiones políticas respecto de esta guerra. Lo que nos lleva cuestionarnos si los canales y los procesos “usuales” de difusión de información son suficientemente eficaces como para transmitir al pueblo una visión adecuada de las circunstancias.
Por otro lado, a partir de la reforma recientemente pasada, el organismo de control de los mercados financieros americanos (SEC) va a recompensar a quienes delaten e informen sobre delitos financieros. La medida está ideada para altos ejecutivos financieros, que se verán cuantiosamente recompensados por los crímenes que destapen.
La medida se explica por la aparente insalvable imposibilidad por parte de los organismos de control para conocer sobre los crímenes bursátiles y financieros que se han cometido en Wall Street.
Tanto para el pueblo americano como para las autoridades financieras las fuentes de información son oscuras y de difícil acceso. Las soluciones a ambos problemas no son en absoluto fáciles de encontrar; eso explica que las medidas tomadas no sean 100% satisfactorias. Por un lado el Pentágono pone presión sobre Wikileaks, pero con esto no está resolviendo el real problema sobre el rol de los militares americanos en Afganistán.
Es discutible, y entendible, criticar a Wikileaks -como lo ha hecho Amnistía Internacional- por poner en riesgo a varias personas conectadas con el contenido en los archivos. Pero, si es verdad que Wikileaks se puso en contacto con el Pentágono antes de publicar los archivos -como lo declaran haber hecho, sin recibir respuesta – ¿Qué le quedaba? ¿Guardarse los archivos, y dejar que los estadounidenses sigan ignorantes de las operaciones militares?
Por otro lado, obtener información respecto a los crímenes financieros en Wall Street es cosa pesada. Sin embargo, ofrecer recompensas monetarias para delatar a colegas en el trabajo no es necesariamente la medida con mayor moralidad; específicamente en un sector donde se acusa a la extrema ambición de haber podrido la moral (y de paso causado la crisis).
Lo que nos puede llevar a reflexionar, ¿qué tan compleja debe estar nuestra actualidad para que se deba acudir sistemáticamente a remiendos imperfectos?