Inició la campaña electoral. La apariencia que es al final de estos 45 días nos esperan las urnas para que libremente depositemos nuestro voto.
Serán 45 días de oportunidad para que los candidatos expongan sus propuestas y los ciudadanos decidan la mejor opción. Incluso, el Estado financiará franjas igualitarias de publicidad de modo que ningún sujeto político quede relegado. La fotografía es de un proceso electoral justo y equitativo.
Sin embargo, ¿qué extraño? ya sabemos el resultado; de hecho, ya lo hemos conocido en los últimos ocho procesos electorales. Estas, como las anteriores, son elecciones sin incertidumbre electoral. Y aquello muestra que la realidad no es como se la pinta y que la fotografía anterior oculta una estructura de radical inequidad en los procesos electorales.
Expertos como Steven Levitsky y Lucan Way señalan tres parámetros para la vigencia de elecciones justas y equitativas: la existencia de un equilibrado acceso a recursos, medios de comunicación y ley entre los competidores electorales. Con base en estos criterios podemos decir que las elecciones ecuatorianas tienen lugar con una autoridad electoral no imparcial y sesgada a favor del oficialismo, tanto en la organización de cada proceso eleccionario como en la confección de las normas y en la administración de la justicia electoral. Los casos más fuertes son la arbitraria definición de los distritos electorales y el método de asignación de escaños que sobre representa a la primera minoría. A ello habría que agregar un masivo uso de recursos públicos y del aparato estatal por parte del oficialismo, y la indistinción entre Estado y partido de Gobierno.
Las reformas de 2012 crearon, además, un marco de autocensura para la información electoral y ampliaron las posibilidades de publicidad gubernamental durante la campaña.
Se consagró, así, un apabullante desnivel en la presencia mediática de Correa y el oficialismo. Aquello es la pauta, no solo en los 45 días de campaña, sino durante los 4 años de Gobierno, convertidos por el eterno candidato-Presidente en un espacio campaña permanente.
Los eventos electorales ecuatorianos no son competitivos; son radical y estructuralmente inequitativos. Proyectan una falsa equidad electoral, pero están hechos para que el grupo en el poder gane todas las elecciones. Por ello, de 2007 a esta parte, se ha abolido en el país toda forma de pluralismo político y se ha consolidado un partido hegemónico.
No es que se prohíba la participación de otros actores, pero la abrumadora ventaja electoral del oficialismo ha creado un escenario electoral organizado en dos pisos excluyentes. Uno asignado al partido hegemónico de Gobierno, en donde se juega el poder real, y otro dedicado a los partidos secundarios y periféricos de oposición, cuya función, estrictamente simbólica, es solo legitimar al poder constituido otorgándole una apariencia de pluralidad.