Fueron bien recibidas por la opinión británica las opiniones dadas por Juan Manuel Santos a la prensa de ese país. En declaraciones publicadas por el diario The Guardian, el Mandatario colombiano sostuvo que hay que replantear la forma en que el mundo enfrenta el flagelo de las drogas. La respuesta de los lectores del matutino fue ampliamente positiva y vuelve a poner de presente que hay cada vez más voces en favor de cambiar el modelo existente, frente a un asunto para el cual el mundo todavía no encuentra la respuesta.
Subirle el perfil a un tema espinoso, justo cuando Santos se encuentra en Londres en desarrollo de una visita oficial, es una muestra de que Colombia quiere impulsar un debate que es necesario. En ese propósito hay otras voces de peso, como la del presidente mexicano Felipe Calderón y una serie de pensadores reunidos en una comisión global impulsada -entre otros- por los ex mandatarios César Gaviria, Fernando Cardoso y Ernesto Zedillo, además del ex secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan.
En todos los casos, el mensaje es el mismo: la estrategia actual necesita ser revisada, por la simple razón de que ha fracasado estrepitosamente. No solo el tráfico ilegal de narcóticos sigue, sino que el uso de marihuana, cocaína, heroína y otros productos ha ocasionado un problema carcelario y de salud de enormes proporciones en muchas sociedades.
Sin embargo, al tiempo que se constata esa realidad, es claro que la causa del cambio no puede ser bandera de un país en particular. Para mejorar las cosas, es indispensable involucrar a la comunidad global en la discusión, pues solo una política común y consensuada permitiría dar un salto cualitativo. En tal sentido, hace bien el presidente colombiano en plantear el asunto, mientras deja claro que el país seguirá combatiendo a las organizaciones ilegales con la misma decisión y valor con los que lo ha hecho desde hace décadas.
La autoridad moral que tiene Colombia en la materia es indiscutible. Ninguna nación del planeta ha pagado una cuota de sangre tan alta como la nuestra a la hora de combatir un mal que nace, ante todo, del apetito de los consumidores que se encuentran en las zonas más ricas del mundo. De manera que, así como le ha sobrado decisión para enfrentar a organizaciones criminales que habrían arrodillado a otras sociedades, el país tiene ahora la responsabilidad de subirle el perfil a una discusión que es necesaria.
Dicho esfuerzo requiere paciencia. Más allá de que en privado muchos dirigentes estén de acuerdo en que hay que hacer una especie de borrón y cuenta nueva con respecto a la política contra las drogas, se cuentan con los dedos de la mano los que son capaces de adoptar una postura pública en ese sentido.