Las “cumbres presidenciales” están más que saturadas. Aunque hay algunas que parecen necesarias, se han multiplicado de tal manera que la mayoría apenas tienen agendas concretas que tratar, demandan mucho tiempo de los jefes de Estado y de los funcionarios diplomáticos, y cuestan plata… Bastante más de lo que se debería gastar en ellas.
Sería muy bueno que algunas de esas ‘cumbres’ pudieran ser obviadas, o celebradas por teleconferencias, que ahorran dinero y sobre todo tiempo. De ese modo, las reuniones verdaderamente necesarias, las que deben realizarse para coordinar acciones o para enfrentar problemas de la comunidad internacional, tendrían mayor peso, sentido e impacto.
Sin perjuicio de que en ciertos casos su participación es necesaria, la mayoría de las veces las agendas de esas reuniones se llenan con intervenciones de funcionarios de los organismos internacionales, sobre todo financieros, que repiten en ellas diagnósticos de situaciones que todo el mundo conoce, propuestas de ‘soluciones’ para problemas supuestamente comunes, que se formulan con un estudiado esfuerzo por no contradecir a nadie, con medidas inocuas que todos saben que no se aplicarán, redactadas en una jerga que sigue la moda del snob y la vaciedad.
Aún peor, en algunos casos se invita a intervenir a representantes de organismos internacionales que montaron la avalancha neoliberal de las pasadas décadas e impusieron a los gobiernos las políticas de ajuste que promovieron el saqueo de los países, el desempleo, el hambre y la desesperación de muchos. Y lo más grave es que cuando ellos mismos se han dado cuenta de su fracaso, apenas murmuran en los corrillos: “se nos chispoteó” y sin más inventan justificaciones en que los malos son los trabajadores, las clases medias, los depositantes de los bancos. En pocos meses están pontificando nuevamente como si no fueran responsables de nada.
Por eso, en esta vez digo, como lo harían muchos ecuatorianos que no tienen columna periodística, que la actitud del presidente Correa en Paraguay estuvo bien. Alguien alguna vez debía decirles a los burócratas internacionales de hormigón armado que no pueden seguir haciendo diagnósticos y dando recetas como si nada hubiera pasado, cuando han causado tanto daño a las mayorías de la mayoría de los países del mundo.
Muchas veces he censurado las malas maneras del Presidente con la prensa, los trabajadores del sector público, los universitarios, los maestros, los miembros de la oposición y sobre todo con el común de la gente, que rechaza sus excesos verbales y sus actitudes autoritarias. Ahora me permito, con igual énfasis, expresar mi acuerdo con su actitud frente a la intervención de alguna burócrata del Banco Mundial, que antes que diagnósticos y recetas, les deben disculpas a los pobres de este mundo.