El gobierno creó el Ministerio de la Felicidad; y su titular dejó en claro que era necesario arrimarse a buen árbol, abrazarlo y permanecer sintiendo los beneficios de la naturaleza.
Pero también hay otra fuente de “felicidad”: pagar los impuestos. Veamos el caso de una persona “feliz” satisfaciendo impuestos al Municipio. Los progenitores adquirieron un terreno cercano a una hectárea. Como es propio de padres, construyeron una casa hace 40 años que, con este invierno, corre el riesgo de dañarse; luego, un hijo construyó la suya; y una nieta, una casita pequeña.
El impuesto predial vale cerca deUSD 1050 que incluye la Tasa de Seguridad Ciudadana y la Contribución para el Cuerpo de Bomberos de Quito. Completando la cifra añade la contribución para Obras en el Distrito y una leyenda de consuelo: “Con tus impuestos construimos obras para vivir mejor”. Otorgan el derecho a reclamar, pero en ocasiones el contribuyente se encuentra con que le aplican la “ley del pescado”: nada, nada …. y nada.
Luego de una primera reacción hasta cierto punto de enojo, el contribuyente recuerda que vive en “democracia”; que hay una Constitución de la República (que solo él y unos pocos la respetan) e ingresa a un estado de ánimo diferente: se convierte en presa de la felicidad de pagar estos impuestos le guste o no; y que está en la época del “Buen Vivir”, previsto en la inefable Constitución de Montecristi, Art.340 y siguientes.
Y no hablamos nada de las multas: que ha estacionado mal el vehículo, plata; que se ha excedido en la velocidad, plata; que las llantas están lisas, más plata; y el 14% de IVA . La lista es larga y desconsoladora.
Y si tiene algún negocio, la patente comercial, el permiso sanitario, el impuesto al Servicio de Rentas Internas. Al llegar a este punto, el ciudadano “feliz” hace una mueca: falta pagar la planilla de la luz; la factura del teléfono y si no paga a tiempo, le premian cortando el servicio; y la cuenta del agua potable, etc, etc, etc.
¿Puede imaginar alguien un país tan lindo como el Ecuador “pleno de felicidad”?
Solo que hay que estar atento a que no llegue alguna otra cuenta de Obligaciones por Cancelar. Si llega, a llorar abrazado al árbol de la felicidad; el cual, además de brindar su sombra bienhechora, a selectas personas las premia con una lluvia de billetes, según los contratos que haya propiciado.
Como somos “felices” pagando impuestos y tasas; y, también los platos rotos de la economía, cualquier reproche no debemos dirigirlo a los funcionarios de la municipalidad, pues solo cumplen la ley. Hay que descargar la cólera, con lenguaje de sabatina, contra los legisladores de la Asamblea, seres con sueldos de miles de dólares mensuales y que no conocen –y, al parecer, no les interesa- la situación económica de los demás ciudadanos.
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