Juan Esteban Guarderas
Columnista invitado
Comer fino es fundamental; poco importan sus contribuciones a la sociedad, sino se come exquisito no es querido. Los buitres por ejemplo, ¡pobres despreciados carroñeros! Su régimen alimenticio los ha vuelto un ejemplo de lo trapero, lo inmoral, lo degenerado.
Sin embargo, todos sabemos que cumplen un rol fundamental en el ecosistema. Poco importa, eso no los salva de su mal estigma… no comen fresco, son despreciables y punto.
“Fondo buitre” es un término despectivo para los fondos que compran –de otros tenedores– deuda de países en dificultades. Las pobres previsiones de que los países respeten sus compromisos hacen que los tenedores vendan la deuda a un precio menor de lo que vale. El negocio de los buitres es comprar estos papeles a un precio reducido e intentar recuperar de los países el 100% de su valor.
Desde hace varios años Argentina ha intentado renegociar con los tenedores de su deuda para que estos acepten un recorte en lo debido. Sin embargo varios buitres se han opuesto a este recorte (haircut en inglés) y piden el pago de la totalidad.
La economía de Argentina no es todavía un carroña, pero no está muy lejos de serlo; no tienen recursos para pagar toda su deuda y si los buitres piden el 100% de lo adeudado, el país no podrá respetar sus obligaciones.
Se aproxima un gravísimo escenario de quiebra de la segunda mayor economía de Sudamérica.
El mes pasado, el Tribunal Supremo estadounidense ratificó varias sentencias de tribunales inferiores que permiten a los buitres pedir el 100% de la deuda. Inmediatamente, una ola mundial de críticas se reprodujo: “Los fondos buitre no han prestado dinero a Argentina, simplemente se aprovechan de los precios”, “!¿Cómo se les puede dar razón alguna a los buitres?!”.
Lo sorprendente y actual es la miopía de esta indignación. El hecho de apodarse “buitres” no significa automáticamente que sean inmorales o que no tengan un rol en el sistema. Si un tenedor de deuda tiene necesidad de liquidez o no quiere estar expuesto al riesgo de un país –y otros si lo desean– es fundamental que se permita el tránsito de esos papeles. Y es normal que esos fondos no trabajen por caridad, sino que puedan recuperar más del precio que pagaron por adquirir esa deuda. Si los títulos valores –aquellos que contienen las deudas soberanas– no pueden venderse libremente y al precio que su propietario desee, ¿quién querrá comprarlos?
A varios gobiernos les fascina dispararse en sus propios pies; innumerables fueron los que criticaron la decisión del Supremo. Pues, ¿cómo pretenden emitir deuda –con intereses bajos– sin que haya este tipo de actores?
Más importante de dónde se alimente, es el rol que se cumple en el sistema; los buitres –animales o fondos– son necesarios.