El 18 de marzo pasado, la Reserva Federal de EE.UU. anunció formalmente que, a partir de ahora, podrá subir su tasa de interés. Por primera vez en ocho años, la principal economía del mundo se propone aplicar una política monetaria restrictiva, en vista de que el empleo y los salarios –es decir, la producción y la inflación– han comenzado a repuntar en ese país.
El 9 de marzo pasado, el Banco Central Europeo empezó a comprar bonos que estaban en manos de los bancos privados. Este hecho marca el inicio de una política monetaria inédita –conocida como ‘Quantitative Easing’– que busca combatir por última y definitiva vez el desempleo y la deflación en Europa.
El 18 de marzo pasado, las reservas de crudo en EE.UU. superaron los 450 millones de barriles, el nivel más alto registrado en los últimos 80 años, colmando casi la capacidad de almacenamiento de ese país.
El desfase entre políticas monetarias –la estadounidense contractiva y la europea expansiva– hará que el dólar continúe apreciándose y el euro siga perdiendo valor. (Se estima que el euro llegará a costar 0,85 dólares a finales de año. Mientras escribo esto, la cotización es de 1,08 dólares).
El aumento de la tasa de interésestadounidense encarecerá los créditos en dólares y hará que los capitales prefieran ir a ese país antes que a otras economías.
La subida de las reservas petroleras ha impedido que el crecimiento temporal del precio del crudo no sea tan vigoroso como se pensaba y que ahora se estime que el WTI pueda llegar a 30 dólares antes de lo previsto.
Precios del crudo a la baja, tasas de interés al alza y apreciación del dólar configuran una suerte de “tormenta perfecta” para el sector externo ecuatoriano.
Además de fomentar acuerdos con el sector privado que estimulen la inversión local y extranjera, Ecuador debería negociar una línea de financiamiento con el Fondo Monetario Internacional.
Los créditos de organismos multilaterales son considerablemente más blandos que los de la banca privada. En vez de colocar bonos en el mercado internacional a tasas onerosas, un acuerdo con el FMI ayudaría a sobrellevar mejor la crisis de balanza de pagos, mientras llegan las inversiones de largo plazo.
El costo para las autoridades sería político porque tomarían prestado de una institución a la que han satanizado siempre. Pero sería un costo minúsculo en comparación con el riesgo de no tener recursos suficientes para enfrentar mayores caídas del crudo.
Se trata de defender la dolarización –como bien ha dicho este Gobierno– y, para eso, bien vale la pena echar mano de todos los instrumentos que tengamos a disposición. Por mucho que disguste a los ideólogos, el FMI es una gran opción en este momento.
@GFMABest