Una idea sobre el SNC

En su artículo 377 (no “articulado”, como dicen quienes han olvidado el buen manejo de la lengua castellana), la Constitución de Montecristi dice que “el sistema nacional de cultura tiene como finalidad fortalecer la identidad nacional, proteger y promover la diversidad de las expresiones culturales, incentivar la libre creación artística y la producción, difusión, distribución y disfrute de los bienes y servicios culturales, y salvaguardar la memoria social y el patrimonio cultural”, y agrega que “se garantiza el ejercicio pleno de los derechos culturales”.

Puesto que el Estado, según el siguiente artículo, “ejercerá la rectoría del sistema a través del órgano competente”, le corresponde al Ministerio del ramo organizar y poner en funcionamiento el sistema nacional de cultura (SNC). Como en siete años no lo ha hecho, quizá por haber abordado el tema desde una visión puramente administrativa y de control, me tomo la libertad de proponer (porque para algo es la participación ciudadana) que el Ministerio de Cultura reduzca su aparato burocrático a un mínimo ágil, liviano y efectivo, con el propósito de apoyar su gestión específica en un trípode institucional especializado que cubra las áreas de la interculturalidad, el patrimonio y la promoción de las artes y las letras.

Dos de las instituciones que formarían ese trípode ya existen, y son el Instituto de Patrimonio y la Casa de la Cultura. Solo quedaría organizar, con el concurso de los representantes de todas las minorías étnicas, un instituto de la interculturalidad, considerando que esa área vital es aún deficitaria. A este trípode se puede agregar un cuarto sector, que sería el custodio de la memoria social, y estaría formado por una verdadera Biblioteca Nacional, el Archivo Nacional y el Museo Nacional. Por fin, cada una de estas instituciones, debidamente refuncionalizadas, sería el eje de una red que incluya a todas las entidades culturales que reciben fondos del Estado y a las privadas que expresaren su voluntad de pertenecer al sistema. Sus directores formarían el Consejo Nacional de Cultura, encabezados por el Ministro, y de él emanarían las políticas culturales cuya aplicación debería ser flexible a fin de acomodarse al carácter de cada una de las instituciones encargadas de hacerlo.

Restaría idear la función específica que debería cumplir cada una de las instituciones básicas, o sea, las que en este breve esquema forman el trípode al que me refiero, e incluso ese cuarto sector de la memoria. Ya no es posible que las instituciones que existen sigan fundándose en la filosofía que les dio origen: es necesario que se actualicen y diseñen su organización y sus modelos de gestión con un criterio renovado, democrático, ágil, y encuadrado en ese ideal del buen vivir, que no debe reducirse a un simple eslogan. No se debe olvidar que las instituciones solo obtienen su razón de ser en el servicio de los seres humanos y de su existencia plena como tales.

ftinajero@elcomercio.org

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