Así lo creyeron sus partidarios. Como lo pregonan quienes apoyan a otros mandatarios de la región que adhirieron al proyecto chavista, que no ven futuro más allá del ejercicio del poder de sus líderes, estos llegaron para marcar un antes y un después de la historia de sus pueblos. Y así lo hicieron. Desmantelaron toda la institucionalidad reemplazándola por mecanismos hechos a su gusto y antojo, para dominar a sus anchas. El coronel golpista les allanó el camino. Jamás creyó en la democracia sino en las prácticas que él la imponía mediante marchas, referendos amañados y un aparato estatal al servicio íntegro de sus propios planes. Para ello contó con una chequera interminable. Algunos cálculos señalan que Venezuela obtuvo ingresos por venta de crudo de alrededor de 100 000 millones de dólares anuales. En consecuencia, en el período que estuvo al mando Chávez dispuso de más de un trillón de dólares, una cifra descomunal desde donde se la mire. Con esa bonanza caída del cielo cualquiera se convierte en semidiós, en un hacedor de milagros, ante el cual millones de seres empobrecidos, que dicho sea de paso no fueron atendidos en debida forma por la anterior clase política, le rindieron culto. De allí a la verborrea incansable, los discursos para las galerías, la chabacanería en su más alto grado, con regalos incluidos, le dio la aureola de un enorme carisma que sin recursos no habría sido aceptada por la mayoría.
Pero los líderes son expresión de sus pueblos. Las clases desposeídas del país llanero se sentían identificadas con un personaje, que supuestamente trabajaba en su favor y se burlaba del imperio donde gastaba a manos llenas dinero la boliburguesía. Se presentaba como uno de ellos, aun cuando rondaban los escándalos del enriquecimiento de su entorno cercano y el glamoroso cambio de sus vidas, que no era la de personas sin recursos.
El gobierno chavista despilfarró la bonanza. Venezuela es uno de los países que tiene la inflación más alta de la región. Pese a los recursos obtenidos contrató deuda adicional y aun así no le alcanzó el dinero. Tuvieron la necesidad de devaluar la moneda, con lo que la gran mayoría de ciudadanos habrá sufrido un retroceso en su capacidad adquisitiva. Lo que es peor, con su discurso cargado de odio y revancha fracturó a la sociedad venezolana, en lugar de imprimir un liderazgo creador que los una como nación y hacer más productivo a su país dotándole de condiciones para que vivir no sea tarea de supervivencia.
El experimento entra en etapa de observación. Habrá que ver hasta qué punto el supuesto carisma del líder era importante y si su desaparición conduce a que su proyecto pierda fuerza en el tiempo. Lo preocupante es que gran parte de latinoamerica piense que estos liderazgos puedan ser beneficiosos para construir sociedades justas y equitativas, con libertades como las que efectivamente soñó Bolívar.