En el claustro del Carmen de Cuenca, vivió desde muy joven la tía Evangelina. No era este su nombre de pila: las postulantes, que abandonaban todo para ingresar al claustro, comenzaban por tener que olvidarlo. Al ir a visitarla, pasábamos a una gran sala desierta, con largas bancas descoloridas contra la pared y algunas sillas; al fondo, una gran ventana enrejada y cubierta con cortina negra -si cortina pudiera llamarse- tras la cual, al correr la colgadura, aparecía su rostro sonriente que nos hacía olvidar la triste desnudez de la sala; otra hermana concurría, oculta bajo un velo negro, silenciosa. Vigilaba el reloj; la arena empezaba a caer desde la ampolla superior y se iniciaba la conversación; a la caída del último grano, debíamos irnos.
Este fue, quizás, el primer atisbo de la medida del paso del tiempo en mi vida, desasosiego al que acompañó otro: al oír el bello ‘clepsidra’ por ‘reloj de arena’, el abuelo corrigió: ‘clepsidra es reloj de agua’. Hoy sé que en su origen se halla la misma raíz de cleptomanía: ‘propensión morbosa al hurto’… Son muchas las formas de señalar los acontecimientos, sus alegrías y aflicciones. Horas y fechas, trancas y cerrojos ponen hitos a la vida, puertas al campo. Y aunque ni tiempo ni espacio se acortan ni limitan por relojes, fechas o plazos, puertas, candados o vallas, cuando sentimos, a veces intensamente, que existen y son ‘nuestros’, percibimos cómo van dejando de concernirnos: pertenecer es el menos apropiado de los verbos; casi como es inapropiado ‘ser’, cuyo sentido tortura a Hamlet: ‘Ser o no ser…” (y duerma aquí la continuación del admirable y duro soliloquio).
Tiempo y espacio no se acortan ni limitan, pero se expresan y entienden solo con ciertos límites previstos: Las 15:00 h serán las de cualquier día de cualquier vida, y 1/2/2013, igual. Con frágiles acuerdos comunicamos. Conviene decirlas y escribirlas con precisión, que nada se afianza sin hora y sin fecha. En lo técnico, el estándar internacional pide que cada elemento de la hora se exprese en dos dígitos: 15:07; 03:25 h; la letra h es opcional, pero en las horas en punto, si no van los ceros, irá la hache: 18 h. Las abreviaturas a.m. y p.m. no llevan el símbolo h: 11:30 p.m. En cuanto a la fecha, en español ascendemos del día al mes y al año: 13 de agosto de 1994, expresión que combina palabras con cifras e incluye siempre la preposición de; o 13-8-1984, 13.8.1984, 13/8/1994, sin espacios. Las cifras indicativas del año han de ir unidas, sin punto: 2013, no, 2.013. Es poco frecuente hoy el uso de números romanos para indicar el mes; no, para señalar los siglos: siglo XIII. Los nombres de los meses van con minúscula. Y digamos ‘La década de los cuarenta’, ‘durante los sesenta’, no, los horribles ‘años 30s, o 30’s, del inglés’. Así lo diremos mejor, aunque enunciemos tan poco.