Para el presidente Lenín Moreno se acerca la hora de la verdad. Hasta ahora ha resultado muy exitoso en su actividad política. Ha desvanecido las sombras que se cernían sobre la legitimidad de su victoria, ha conquistado el apoyo de partidos de oposición, de movimientos sociales, del sector empresarial y ha subido 20 puntos en popularidad.
Por paradoja de la política solo tiene en contra al expresidente y media docena de fanáticos de su partido.
La victoria política ha sido fácil.
Pero no solo de política vive el hombre sino, y principalmente, de la economía que nos coloca siempre contra el suelo.
En política se puede decir “trabajo para el pueblo” y nadie pide demostración, pero la economía arroja resultados en números y en índices de bienestar. Ha llegado la hora de la economía.
El gobierno quisiera cabalgar eternamente sobre la ola de los éxitos políticos, pero aplazar las decisiones económicas es una forma de doblar la curva del éxito político.
La economía es el fin de los consensos; lo que unos piden rechazan otros, sería un milagro contentar a todos.
El gobierno de Lenín Moreno se ha movido con señales, diálogos y ofertas; apenas empieza a tantear las realidades se avecina el peligro de las decepciones, los reclamos y los rechazos.
El ministro de Finanzas ha dicho que está en estudio la posibilidad de reducir el aporte patronal de las empresas al IESS y que esa parte del pago la asumiría el fisco. Solo ha dicho la mitad del milagro aunque ya dio pistas de la otra mitad al decir que “deberá compensarse por algún otro lado con ingresos que equilibren ese esfuerzo”. Los economistas han explicado enseguida que esa devaluación fiscal consiste en un trueque de impuestos directos por impuestos indirectos como el IVA o el ICE, una forma de trasladar a todos los ciudadanos el costo de esos incentivos.
La situación económica es muy complicada y no empieza todavía a dibujarse el camino que seguirá Lenín. El punto de partida era establecer las condiciones reales de la economía y se han planteado el dilema de hablar o callar; si hablan corren el riesgo de resentir a los “amigos” de la revolución ciudadana y cambiar el clima de esperanza por un ambiente de inquietud. Si callan, corren el riesgo de hacerse cargo del muerto y que el líder histórico consolide el cuento de que ha dejado un país en marcha. Han resuelto hablar en jeroglíficos. Dicen que no hay ninguna mesa servida, pero callan las cifras verdaderas de la deuda y otros indicadores tenebrosos.
Los siguientes pasos serán la aproximación al Fondo Monetario Internacional, la renegociación de la deuda con China y la presentación del presupuesto nacional: nada de eso disfrutará del consenso que, hasta ahora, ha hecho parecer fácil el proyecto de gobernar con la revolución ciudadana para corregir los desastres provocados por la revolución ciudadana.