La Universidad ecuatoriana, con sus excepciones, desde hace décadas vive una crisis profunda. Todos queremos su cambio radical. Sin embargo, ¿a qué cambio nos referimos? Hasta hoy no tenemos una discusión seria y sostenida que caracterice la crisis. No se ha dialogado ni consensuado sobre un concepto de calidad educativa e indicadores que guíen la transformación. Se habla de calidad y de excelencia, pero de ¿qué calidad hablamos? Hay múltiples conceptos de calidad.
¿Calidad que brota de la experiencia fabril o empresarial? o ¿de la calidad que construye conocimientos y habilidades inspirada en el Sumak Kawsay, en la pertinencia territorial e histórica y en el desarrollo integral?… ¿Nueva matriz productiva? ¿Quién la discute? ¿Quién la conoce?, ¿Cómo conectarla con la reforma educativa? Sin entender los conceptos, sin comprender la complejidad de la crisis educativa ni el contexto histórico ni las demandas del futuro, se dan “soluciones” en función de un modelo de universidad eurocéntrica o norteamericana, concebido y aplicado en la premura, en la audacia y en distancia a la diversidad, la interculturalidad y la epistemología andina.
Entonces, frente a un qué difuso, se establecen unos cómos parciales e inciertos aunque inspirados por parámetros más cercanos a una visión de mercado que a enfoques desprendidos de los DD.HH., la transformación social y la productividad. Por ejemplo: ¿queremos solo un buen médico? o ¿un buen médico, pero también sensible y comprometido con la sociedad? Ahí está la diferencia del modelo de formación y universidad que queremos. Hoy no se evalúan contenidos técnicos y sociales ni procesos de aprendizaje, de investigación, sino cantidades de PhD o publicaciones indexadas. ¡Reduccionismo ! Otro ejemplo, se consolida una evaluación y acreditación que establece un ‘ranking’ que construye un sistema de universidades de primera, segunda… y cuarta clases. La evaluación es valiosa si sirve para remediar, formar y construir, pero no como instrumento punitivo para sancionar o desacreditar públicamente. El ‘ranking’ es un mecanismo para “competir”… Mercado puro que refuerza la discriminación.
Varios criterios de evaluación utilizados por el Ceaaces están bien. Rebajar puntos a las universidades que pagan mal a los profesores o que no tienen suficientes docentes a tiempo completo forzarán a esas entidades a descartar la sobreexplotación docente.
No es hora de lamentos. Es hora de autocrítica y ajustes. Pero también de propuestas de cambio. Censurable el silencio y miedo de la mayoría de rectores y el mutismo de los docentes.
Con excepción de los argumentados artículos de Arturo Villavicencio y Carlos Castro, el pensamiento libre y alternativo de las universidades no se ha hecho presente. Solo algunas consignas y lugares comunes. Muy preocupante.