Oficialmente, Salvador Sánchez Cerén, del FMLN, ganó las elecciones salvadoreñas. Lo declaró el Tribunal Supremo Electoral tras las impugnaciones del Arena. La diferencia entre ambos apenas excedió 6 mil votos. Votaron casi 3 millones de personas.
Ahora Sánchez Cerén, exguerrillero comunista, enfrentará un dilema como presidente, ¿hace la revolución marxista-leninista o acepta que es imposible en su país pobrísimo, dolarizado, abatido por los mareros, dividido en mitades hostiles, y cuya principal fuente de ingresos son las remesas de los emigrantes? Sería el cuarto hijo putativo de Fidel Castro en esa tesitura. Los otros tres decidieron abandonar la utopía.
José Mujica es uno. La revolución cubana le sorbió el seso, como al Quijote los libros de caballería. Siendo joven abrazó la aventura de los “tupamaros”, grandes culpables del descalabro democrático uruguayo. Mujica, quien participó en hechos violentos, pasó 15 años encarcelado. Tras la dictadura militar se integró a la vida política nacional. Elegido después Presidente respetó las reglas democráticas y económicas heredadas. Decisión que, en 2013, convirtió a Uruguay en la nación latinoamericana con más inversión extranjera per cápita. Mujica había aprendido la lección. Fidel y su tiranía eran antiguallas del pasado.
Otro hijo renegado es Dilma Rousseff. Fue comunista en Vanguardia Armada Revolucionaria (VAR-Palmarés), grupo marxista-leninista que asaltó bancos, mató y secuestró aviones. Hija del búlgaro, Pedro Rousseff, comunista emigrado a Brasil. Con 23 años, los militares brasileros la encarcelaron y probablemente la torturaron. Cumplió tres años. Termina estudios de economía y afilia al Partido de los Trabajadores de Lula. Elegida Presidente decide olvidar sus fantasías castro-guevaristas. Ha respetado bastante el modelo dejado por Fernando Henrique Cardoso y que continuara Lula da Silva.
El siguiente hijo renegado de Fidel es Daniel Ortega. Exguerrillero sandinista. Estuvo encarcelado 7 años por asaltar un banco durante la dictadura de Somoza. En la década de los ochenta, tras triunfar la insurrección y asumir una primera presidencia que destrozó al país, quizá aprendió lo que no debía hacerse. Al volver al poder en 2007 Ortega sabía que el 66% del país era contrario a cualquier proyecto revolucionario. Así, más pragmático que fanático, decidió no parecerse a Castro, sino a Somoza. Perpetuarse en el poder, sin romper con los empresarios ni Estados Unidos, mientras saqueaba a Chávez y daba gritos antiimperialistas.
¿Será Sánchez Cerén el cuarto hijo renegado del castrismo? ¿Se perderá buscando una revolución imposible, o advertirá que ése es el camino de la turbulencia y la muerte, como sucede en la Venezuela de Maduro? Falta poco tiempo para saberlo.