Mario Vargas Llosa ha publicado su primera novela tras la obtención, hace casi tres años, del Premio Nobel de Literatura. Era muy esperada, porque este galardón suele pesar mucho sobre los escritores. El recién aparecido libro, ‘El héroe discreto’ (Alfaguara), nos devuelve al maestro de las letras modernas (uno de los mosqueteros del “boom” de nuestra literatura), desarrollando una nueva ficción, dentro de sus esquemas clásicos. El libro tiene su sello. Vargas Llosa escribe tan bien como lo ha hecho siempre, y busca con intensidad definir la ambivalencia de sus personajes.
Respecto de esta novela, Vargas Llosa había dicho (hace un año largo ya) que la misma se ambientaba en Piura, donde vivió de niño, cercana a la frontera con Ecuador. Pero mejor le cedo la palabra a él, quien comentaba: “Esta zona está experimentando un fenómeno bastante extraordinario y muy interesante por cierto; ese fenómeno se ha extendido a muchas ciudades de la costa peruana”. Y agregó: “Me refiero a la modernización; hay una gran modernización, mucha prosperidad, todo lo cual ha derivado en un crecimiento muy importante de la clase media. Pero, al mismo tiempo, con esa prosperidad ha crecido, paralelamente, algo muy negativo: esas lacras que son la delincuencia, la violencia y la droga”.
Esas transformaciones que mencionaba Vargas Llosa son, justamente, las que percibimos en el fondo de esta nueva novela. Y ellas dan cuenta, en verdad, de una situación real y traumática.
Sobre tal escenario despliega dos historias que discurren paralelas. Una, la del pequeño empresario piurano Felícito Yanaqué, quien es extorsionado, y vive singulares aventuras en torno a su familia y su amante. Y la de Ismael Carrera, un poderoso hombre de negocios, dueño de una aseguradora, quien llega a nada menos que urdir una venganza contra sus dos hijos, un par de holgazanes que sólo aspiran a heredar fortuna.
Junto a ellos, Vargas Llosa ha introducido a varios personajes de otras novelas suyas, entre ellos, el cabo Lituma (desde “La Casa Verde” llegó luego al primer plano en “Lituma en los Andes”), Rigoberto, Fonchito y doña Lucrecia, habitantes ahora de un Perú diferente y muy próspero. Los dos personajes centrales mencionados, están por encima de las mezquindades de su entorno y luchan por sus ambiciones. Quizá por ello los bautiza el autor “héroes discretos”.
Vargas Llosa escribe guiado como siempre por sus ambiciones literarias, sobre sus aventuras y ocurrencias, elementos que siguen siendo el motor de una novela contundente. Ese es su método. Cuenta una historia que deja la sensación de que determinados valores, como el amor, la amistad, la pasión y la lealtad, sobreviven a hombres y generaciones, y dan vida, belleza, diversión, elegancia y nobleza.
Todo ello lo hallamos en estas páginas de quien es el escritor más inventivo, porque esta novela es sobre algo más de lo que sucede en sus historias: también lo son sus alusiones culturales. Ribeteada de humor sutil, seduce al lector, quien la lee con fruición para regresar enriquecido al mundo cotidiano, tras haber paseado junto a sus personajes: unos peruanos vitales, a veces cómicos, a veces graves. Su efecto es de extrema comprensión y sensibilidad.