Recientemente Senplades anunció que durante este Gobierno se ha reducido la pobreza; publicó un breve documento estadístico en apoyo de dicha aseveración. Dicha proclama de triunfo generó polémica. La Ministra Coordinadora de Desarrollo Social, Jeannette Sánchez, descalificó a los críticos de “políticos que fungen de académicos”.
A fin de cuentas ¿Qué hay?
La información disponible induce a concluir que en efecto, ha disminuido la pobreza en el primer cuatrienio Correa.
Pero si tomamos en cuenta el enorme incremento de los ingresos fiscales y la formidable expansión del presupuesto social, en particular subsidios, los logros son magros.
En estos 3 años, la inversión estatal se triplicó de USD2.205 en 2006 millones a USD7.201 millones en 2009.
La información entregada por la Senplades es sólo del 2006 en adelante, y no permite una rápida comparación con los años anteriores. Según esos datos, la pobreza por ingresos fue de 25.9% a diciembre 2006, y 3 años después, de 25.0%. La pobreza extrema por ingresos fue de 8.8% en diciembre 2006, y 8.2% tres años después.
El coeficiente Gini de desigualdad fue de 0,51 en diciembre 2006, y 0,48 (menos desigual) en diciembre 2009.
Las cifras más recientes, a marzo 2010, reflejan importantes avances en relación a diciembre 2009. Habrá que esperar nuevos datos y explicaciones de cómo en 3 meses el gobierno logró lo que no pudo en los 3 años anteriores.
En su más reciente informe del panorama social, la Cepal comenta que “en cinco países en que la pobreza disminuyó en 2009′ predominó el efecto crecimiento, mientras que en los otros cinco’ tuvo una participación mayoritaria el efecto distribución”.
Entre estos últimos, el Ecuador. Pero mientras que en Colombia, Brasil y Panamá, que acompañan al Ecuador en esta categoría, las “trasferencias” (léase gasto social más subsidios) contribuyen tanto o más que el crecimiento a reducir la pobreza, en cambio en el caso del Ecuador todo el avance se da por las transferencias, y más bien hay una declinación de los ingresos laborales.
O sea, la política de gasto social está logrando sus objetivos de mejorar la distribución, pero en parte están negados por las políticas que destruyen empleo formal.
A lo mejor esta no es la conclusión correcta, y me he dejado inducir por lo bien que empata con algo que he venido diciendo en artículos enfocados en lo económico, y no lo social: no es posible realizar una exitosa redistribución de la riqueza sino hacemos crecer el pastel, favoreciendo la inversión privada, el crecimiento económico, y que el grueso del beneficio vaya a los más necesitados.
Una política de redistribución en un contexto desfavorable a la inversión privada lo que terminará haciendo es redistribuyendo pobreza, no riqueza.