Los gobiernos autoritarios y abusivos son proclives al hartazgo del poder. Y se auto engríen y potencian su soberbia cuando se les reconoce lo bueno o los comparan con otros gobiernos aun cuando luego los rebasen en similares abusos.
Juan Vicente Gómez, en Venezuela, gobernó“democráticamente”, y también usó testaferros, entre 1908 y 1935. Fue “liberal” y con él se conformó ese país en estado moderno, acabó con los caudillismos criollos, luego despreció a “los ideólogos” del proceso, y se benefició del inicio de la gran explotación petrolera e invirtió en centenares de magnas obras y en subsidios la gran fortuna de la riqueza pública. En su entorno se beneficiaron “los nuevos ricos”. No tuvo respeto alguno para sus críticos. Los años siguientes demostraron cuanto se equivocó el pueblo venezolano con Juan Vicente Gómez, sus bienes se confiscaron y la nueva historia lo condenó por déspota y corrupto.
Juan Domingo Perón tomó la bandera del nacionalismo en Argentina y una radical posición antiyanqui, gobernó desde 1946 hasta 1955, cuando fue derrocado, gravitó en la política argentina hasta que regresó al poder en 1973 y sólo gobernó nueve meses, siendo sucedido, a su muerte en julio de 1974, en el poder por su Vicepresidenta y cónyuge, Estela Martínez, con la que se radicalizan los conflictos entre una izquierda militante –cuyo aliciente había sido el discurso antiimperialista- y la estructura fascista del entorno de la señora Martínez, que no llegó a 21 meses de gobierno, siendo destituida por los militares fascistas, que ejercieron la dictadura por 17 años. Discurso y prácticas reivindicatorias, pero también profunda corrupción la del peronismo. Menem y los Kirchner son expresiones, desde distintas visiones, del peronismo.
Ni con Juan Vicente Gómez, ni con Perón, 1946 – 1955, se respetó a los contrarios. ¿Para qué?, si con los recursos del poder podían atropellar las libertades y mantener muy altos niveles de popularidad.
¿Cuánto se diferencia Rafael Correa de los dos gobernantes mencionados? Todavía creo que en mucho, pero son evidentes las prácticas de hartazgo del poder, por la sumisión de los que privilegian la obsecuencia.
Es de vergüenza la Asamblea cuya dirección en evidente conducta concertada, a pesar del control que tiene el oficialismo, no tramitó la última ley tributaria en los 30 días en que debió y pudo debatirse, por habérsela calificado inconstitucionalmente de ley urgente, para que no cambie una palabra del proyecto.
Es preocupante la reiterada afirmación del gobernante de que en el Ecuador nadie va a ganarle un juicio, con lo cual ante el abuso del poder sólo queda la posibilidad de restituir derechos y lógica jurídica por la vía de instancias internacionales. El autoritarismo y la corrupción son inseparables. El Ecuador no es la excepción,