Hablen con Ángel Villa

Las restricciones municipales para circular por las calles de Quito permiten ver la ciudad de otra manera: no es lo mismo sentirla desde un auto propio que desde un taxi, a pie, en trole...

Gracias a eso he conocido a personajes como Ángel Villa, un filósofo carchense que funge de taxista.

Ángel lleva en la guantera de su auto un ajado libro colegial de Lógica y Ética.

Es su texto fundamental. Lo lee y consulta cada vez que se queda atrapado en una congestión o cuando decide parar en una esquina y descansar del trajín cotidiano.

Llegó de Tulcán hace 36 años. Vino al cuartel Epiclachima por 12 meses, para cumplir el servicio militar. Se enamoró de la ciudad y de una mujer. Tenía 20 años. Y se quedó.

¿Un filósofo que funge de taxista? Sí. Ángel Villa es un hombre reflexivo, pensante, profundamente crítico.

Mientras conduce su vehículo cuenta que “solo soy bachiller”, pero que eso no le impide analizar la realidad.

Por eso reniega de quienes dicen que no leen los periódicos. De quienes estigmatizan a los periodistas. De quienes, al igual que el omnipoder, lanzan los peores epítetos contra la prensa.

Villa cree que el gran problema que vive este momento la sociedad ecuatoriana es la falta de conocimiento de los problemas esenciales y la ignorancia de la realidad.

Y entiende que esa carencia se debe a que la gente no lee los periódicos como se los debe leer: con apertura mental, con ánimo de aprender, con respeto a las opiniones contrarias, con equilibrio y sensatez para llegar a conclusiones propias.

Ángel Villa es lo que teóricos como la española Adela Cortina llaman “ciudadano mediático”: él va de la mano de la prensa en el esfuerzo conjunto de la sociedad y los periodistas por desentrañar las entrelíneas de los acontecimientos.

Desde la sabiduría de su humildad, el taxista filósofo repudia el discurso populista, la agresividad e intolerancia de la retórica oficial, las promesas de una política que pretende haber alcanzado el cielo, el discurso de quienes aseguran ser los protagonistas de la “refundación” del país.

Al auto de Villa, de la cooperativa Modultax, suelen subir entusiastas ciudadanos que le hablan de revolución, de cambio, de grandes obras gubernamentales.

Su estrategia es escuchar atentamente, detectar los argumentos débiles, establecer los puntos frágiles de las tesis y responder cada idea con la lógica de su libro colegial, con la autoridad moral e intelectual que le da leer todos los días los periódicos.

Ángel Villa lamenta, sin embargo, que el pico y placa autorice a los funcionarios del omnipoder movilizarse en sus autos sin ninguna restricción.

Porque les haría bien, de vez en cuando, subir a ese taxi.

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