Los destrozos causados por el invierno han evidenciado los paradójicos resultados de las políticas públicas vigentes. Mientras el mayor logro del Gobierno está en la inversión en infraestructura, su principal fracaso está en la inversión en infraestructura. Por un lado, la inversión en infraestructura vial es motivo de reconocimiento hasta por parte de los más fanáticos anticorreístas; por otro, las inundaciones y los deslaves han revelado la paupérrima inversión en infraestructura básica para la prevención de los riesgos invernales.
Esta paradoja, visible en el campo de las obras públicas, demuestra lo que ocurre en la economía. Así como parecería que la huella más positiva que el Régimen dejará está en la economía, la más negativa será en la economía. Por un lado, el 7,8% de crecimiento del año pasado resulta hasta más impresionante que las carreteras de concreto; por otro, los desequilibrios que se están formando propinarán golpes aun más duros que este invierno.
La liquidez que el gasto público ha inyectado a la economía ha ocasionado un incremento de los depósitos en el sistema financiero y un aumento mayor de los créditos que éste otorga. Mientras los depósitos crecieron 18% en 2010 y 15% en 2011, los créditos aumentaron 23 y 21%, respectivamente.
¿A dónde está yendo todo ese crédito? Principalmente al consumo. El crédito por actividad que más creció en 2010 y 2011 es el de consumo, que aumentó 30% cada año.
Esta información evidencia el tipo de economía que tenemos. El desmesurado gasto fiscal fomenta el consumo. La producción no avanza al mismo paso porque el Gobierno no ofrece las garantías que demandan los inversionistas. Los bancos bailan al ritmo que se mueve la población. El resultado es una economía en la que el consumo es consistentemente mayor a la producción.
Esto ha provocado un gran desequilibrio en la balanza comercial no petrolera e inflación. Las consecuencias se mantendrán escondidas hasta que el precio del petróleo se modere. Entonces tendremos que enfrentar la sequía de dólares con un gobierno que no tiene reservas y un sistema financiero que ha asumido mayores riesgos.
El Régimen, devoto del dios de la imagen y del marketing, gobierna para los períodos buenos. Los muros de contención y el alcantarillado no impresionan como las carreteras. El ahorro fiscal no rinde los mismos votos que el impulso al consumo. Por eso ni construye diques ni ahorra, con lo cual la población es mucho más vulnerable en los momentos adversos.
Así que sí puede haber algo demasiado bueno, pero a qué costo. Demasiado bueno ha sido el desarrollo vial, pero sacrificando la inversión en obras que eviten los daños invernales. Demasiado bueno fue el 7,8% de crecimiento del año pasado, pero a costa de la estabilidad de la economía.