Son menos de 10 días desde que Jorge Mario Bergoglio fuese elegido papa, de manera instantánea y hasta ahora las bromas y el humor se han hecho presentes en los medios de comunicación, especialmente en el Internet y las redes sociales. De manera automática y paralela, como un sub-efecto de la misma corriente, un sinnúmero de voces han denunciado esas expresiones de humor y demandado respeto para el nuevo Papa.
Cientos de usuarios reclamaban respeto, Respeto con mayúsculas, respeto de quienes son de otras religiones, respeto de quienes no somos creyentes para el nuevo Papa; “respeto” que en ese contexto exigía dejar de bromear con ese evento y esa persona.
¿En qué consiste ese respeto religioso en nuestra sociedad moderna, diversa y plural, donde las interacciones sociales se realizan bajo el amparo de la libertad de expresión? El año pasado, al calor del escándalo de la película “La inocencia de los musulmanes”, el periódico francés Charlie Hebdo publicó tremendas caricaturas de Mahoma donde este aparecía, entre otras cosas, como una estrella porno. Los poderes públicos galos, a pesar de juzgar desatinada aquella publicación dentro del contexto tenso, afirmaron la defensa de ese medio. En Estados Unidos, el comediante Bill Maher ha recorrido los teatros más renombrados del país haciendo monólogos de burla de las religiones e incluso hizo la exitosa película “Religulous” (mezcla entre religión y ridículo en inglés).
Pero estos no son casos de incoherencia, precisamente porque al tratarse de religión la palabra más apropiada no es respeto, sino tolerancia. La palabra respeto tiene matices de veneración, miramiento, deferencia (según la Real Academia) que no son fácilmente exigibles cuando se constata lo que una religión piensa de la otra, ni de lo que los ateos pensamos de las religiones; más adecuado es fijar un orden basado en la tolerancia.
Es acertadamente la posición que asume nuestra Constitución, por ejemplo en el artículo 66.8, “El Estado protegerá la práctica religiosa voluntaria, así como la expresión de quienes no profesan religión alguna, y favorecerá un ambiente de pluralidad y tolerancia,” o en el artículo 19, “Se prohíbe la emisión de publicidad que induzca a la violencia, la discriminación, el racismo, la toxicomanía, el sexismo, la intolerancia religiosa o política y toda aquella que atente contra los derechos.” En el juego de la pluralidad democrática, cobijados con el derecho fundamental de libertad de expresión, bromear con las religiones entra dentro del campo de lo protegido y lo tolerado. Por supuesto hay límites, en nuestro ordenamiento vienen recogido en los artículos del Código Penal 109, incitación al odio, y 110, actos de violencia o de odio. Pero, por ejemplo, decir que “Habemus Locrum” está bastante lejos de ese campo.