En estos días que se celebran los 100 años del natalicio de Albert Camus, autor de ‘Pequeña guía para ciudades sin pasado’, puede ser una buena ocasión para adaptar su idea y proponer una ‘Guía para países sin futuro’. La guía es sencilla. Así que empecemos por lo más complejo, que es cómo identificar a tales países.
La primera característica de dichos países es que alguien goza de un poder descomunal. No importa si es un empresario, un narcotraficante, un político o un busero. El hecho es que su poder le permite atropellar las leyes y beneficiarse a costa del resto de la sociedad. Así surgen conductas y hechos que serían aberrantes en los países con futuro, como la disolución arbitraria de una fundación, la pretensión de condenar por terrorismo a personas críticas con el Régimen que entraron a un canal de televisión un día que el Mandatario cometió una imprudencia, el allanamiento del despacho y el domicilio de un legislador y su asesor con múltiples irregularidades jurídicas de por medio, o la expedición -sin apego a los procedimientos legislativos- de leyes que atenazan e intimidan a la sociedad.
Otra particularidad de los países sin futuro es que una gran parte de la población cree que el desarrollo depende más de la bondad de los gobernantes que del imperio de la ley, de la buena fe que del debido proceso, de la ideología que de la separación de poderes. A juicio de esos ciudadanos, está bien destituir ilegalmente a diputados para reformar la Constitución o autorizar al Poder Ejecutivo que meta las manos en el Judicial. ¿Por qué? Porque los políticos que estarán a cargo de esas reformas -aparentemente- tienen buenas intenciones, lo cual justifica cualquier atropello legal. Es decir, según ellos, la solución a los problemas nacionales es conceder el poder a una persona supuestamente iluminada y bondadosa, a fin de que ella imponga el proceso que considere necesario para alcanzar la felicidad colectiva.
Finalmente, en los países sin futuro el bienestar de los ciudadanos depende excesivamente de factores ajenos a su esfuerzo. En esos países es común que una proporción significativa de los ingresos estatales provenga de la extracción de un recurso natural, lo que lleva a que los ciudadanos vivan del Estado en lugar de lo opuesto.
Una vez que se tiene claro cómo reconocer a los países sin futuro, conviene siempre tener a la mano la siguiente guía: 1.- Obedecerás la voluntad del jefe sobre todas las cosas. 2.- Aplaudirás en las sabatinas y otras fiestas. 3.- Harás caso omiso de los derechos de la mitad menos uno. 4.- Defenderás apasionadamente la tesis contraria cuando convenga. 5.- Honrarás a Lukashenko, Ahmadinejad y al Rincón del vago. 6.- Donarás una porción de tu sueldo al movimiento. 7.- No cotejarás los ofrecimientos con la realidad. 8.- No cuestionarás. 9.- No fiscalizarás. 10.- No dejarás que te vean codiciando bienes ajenos.