Parece demasiado temprano para adivinar el tono de la próxima campaña electoral. Lo que sí es evidente es que será sucia, de confrontación, llena de pasiones.
El fin de semana circuló la fotografía de una enorme valla publicitaria en la que se ve a Guillermo Lasso junto al ex presidente Jamil Mahuad y una leyenda alusiva al feriado bancario de 1999 que tanto trauma causó a miles de familias ecuatorianas.
Junto a las imágenes la leyenda “prohibido olvidar” que no debe usarse en propagandas porque está patentada en el IEPI, la entidad que vela por la propiedad intelectual. Una valla de las dimensiones que mostraba la fotografía debe costar, además, una considerable cantidad de dinero. ¿Quién paga?
Poco antes observé en algunas paredes pintarrajeadas de Quito una leyenda que decía “otro feriado bancario es posible” junto a los nombres de los candidatos Lasso y Alberto Acosta.
Ninguno de los dos tuvo nada que ver con esa decisión que derivó en la caída del régimen democristiano y en la peor crisis económica que hemos vivido en las últimas décadas. Aún no comienza la campaña y el tono es ácido, irrespetuoso, nada democrático.
La reflexión que cabe aquí es que nos estamos acostumbrando a denigrar, a generalizar, a creer que toda actividad o profesión es insignificante. Se ha generalizado la idea de que los periodistas somos corruptos y que los banqueros son ladrones.
No tengo ninguna amistad con el banquero Lasso, conozco que, al igual que muchos innovadores ecuatorianos, comenzó de abajo y aprovechó las oportunidades que da el país. ¿Por qué se lo denigra?
Las generalizaciones son injustas. Por supuesto que hubo banqueros sinvergüenzas, que no tuvieron los controles suficientes que hubiesen evitado tanto trauma a las personas que confiaban en los bancos.
Tanto Lasso como Acosta o todos los que se hayan inscrito para participar en las elecciones presidenciales tienen derecho de hacerlo, un candidato único no sería democrático. Un régimen que dice contar con el 80 por ciento de las preferencias electorales no debería preocuparse de estos dos candidatos.
Muchos de los que siguieron la campaña electoral de Venezuela habrán advertido que el candidato Henrique Capriles, un desconocido hasta un año antes de las elecciones, llevó a cabo una elección sin confrontar al candidato que tenía todo el poder y el dinero para seguir acumulando egos.
Es cierto, no le alcanzó, pero habló de sus proyectos sin tomar en cuenta al poderoso contrincante. ¿Han visto los debates presidenciales y vicepresidenciales en Estados Unidos? Ningún insulto. Las recientes elecciones municipales en Brasil fueron impecables, los debates alcanzaron un nivel casi académico.
¿Por qué no intentarlo? ¿Es tan difícil hacer política sin insultos?