La guerra en el Pacífico

La Segunda Guerra Mundial no terminó realmente con la toma de Berlín, rendimiento de los nazis y suicidio o fuga de Hitler, pues los japoneses -que con Alemania e Italia formaron parte del eje Roma-Berlín-Tokio-, aprovechando su predominio naval, conquistaron Filipinas y después, en sucesivos éxitos militares, tomaron Tailandia, Malaya -la actual Malasia-, Guam, Hong Kong, el archipiélago de Bismarck, las islas Salomón, las islas Gilbert y Marshall, Singapur, las Indias Orientales holandesas, Rangoon, Burma, Nueva Guinea y las islas Aleutianas.
Eran los años 41 y 42. Su dominio se extendía en el Pacífico occidental desde las islas Aleutianas en el norte hasta las Salomón en el sur.

Dos años más tarde, como comandante en jefe de las tropas aliadas, el general MacArthur encabezó la sangrienta y dilatada lucha, isla por isla, para retomar los territorios perdidos en el Pacífico. Vinieron las épicas batallas de Midway -que fue un punto de inflexión en la guerra del Pacífico-, Guadalcanal, Tarawa en las Islas Gilbert, la base de Truk en las Carolinas, Hollandia en Nueva Guinea, las islas Marshall, Guam, Saipan, Tinian, las islas Palau, las Aleutianas, las Salomón, el golfo de Leyte en las Filipinas y muchísimos otros combates en que las fuerzas navales y aéreas de los EEUU infligieron demoledores golpes a la flota japonesa.

Fue en la batalla naval del golfo de Leyte —octubre 1944— en que se dio el primer ataque “kamikaze” de los japoneses. Los kamikazes eran pilotos suicidas que estrellaban sus aviones cargados de explosivos contra los navíos norteamericanos. Hicieron más de 2 000 raids aéreos y hundieron 40 barcos.
En la primavera de 1943 los norteamericanos habían dado un vuelco a la situación bélica. Asumieron la iniciativa de la lucha e impusieron su supremacía técnica.

Este fue el fin del imperio japonés. Las fuerzas aliadas desplegaron su ofensiva total. Los riscos de Iwo Jima y la isla de Okinawa, en combates emblemáticos, fueron tomados por los infantes de marina norteamericanos a bayoneta calada y en lucha cuerpo a cuerpo.

La ofensiva final contra el Japón había empezado. EEUU, Inglaterra y China plantearon el ultimátum —al que se adhirió la Unión Soviética— para que su gobierno se rindiese, pero la única respuesta fue la resistencia. Hasta que Harry Truman —quien asumió el poder a la muerte del presidente Roosevelt el 12 de abril de 1945— ordenó lanzar las dos primeras bombas atómicas de la historia sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. El 6 de agosto de 1945, a las 8 horas y 15 minutos de la mañana, un bombardero B-29 de la fuerza aérea norteamericana echó la primera bomba atómica de la historia. Fue sobre Hiroshima. Y tres días después la segunda, en Nagasaki.

El infierno nuclear produjo la rendición incondicional de Japón el 2 de septiembre de 1945 a bordo del acorazado “U.S.S. Missouri”, anclado en la rada de Tokio.

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