Columnista invitado
Equívocamente se considera que se ha iniciado una nueva Guerra Fría, a propósito de la situación de Siria; especialmente, cuando se eluden los condicionantes de la política interior y del realismo en las relaciones internacionales.
Los intereses de los Estados están determinando la intervención armada, más allá de la crisis humanitaria y al margen de la ONU, pero bajo petición de Siria, momento en que la libre determinación prevalece a la soberanía.
La crisis de representatividad política siria surgió del incumplimiento de las reformas democráticas del presidente Bashar al Asad, creyendo que la ‘Primavera árabe’ daría legitimidad popular al Frente Nacional Progresista dirigido por el partido sirio Baath. Se polarizó y agudizó el conflicto étnico religioso en un país de dominación sunita, frente al apenas 15% alawita o chiita gubernamental.
La insurrección armada del Ejército Libre Sirio se complementó con el aparecimiento de Baghdabi, autodenominado Califa, Ibrahim, que proclama la conformación de un califato con la creación del Estado Islámico (EI).
El conflicto alcanza, entonces, una significación geopolítica, por afectación a la democracia y a la integridad de los territorios de Siria, Iraq, Turquía, Jordania y Líbano. Pasándose de una guerra civil, a una asimétrica o híbrida, en la que a la brutalidad terrorista, se agregan la propaganda, provocación y criminalidad, sirviéndose del odio musulmán.
En estas condiciones, el presidente Al Asad no tiene capacidad de retomar el control de su territorio. En su franja mediterránea, de apenas 193 kilómetros se encuentran los puertos de Latakia y Tartus, base naval rusa desde 1971, y el aeropuerto Bassel Al Asad, donde se encuentra el mayor refuerzo militar para la defensa de los objetivos estratégicos rusos, y donde se mantendrán posiciones aun después de la caída del régimen.
En la continuidad de esta franja costera hacia el sureste, se encuentra Homs y Damasco, también bajo control de fuerzas gubernamentales. Territorio que recibe los más fuertes ataques del Ejército rebelde, desde Alepo e Idlib al norte y en Homs con la participación de Al Nusra y en donde se concentraron en estos días los ataques aéreos rusos.
En el resto del territorio sirio, desde la frontera norte con Turquía, hacia el sureste siguiendo el cauce del río Éufrates, se encuentran las tropas del Estado Islámico combatiendo con las fuerzas sirio kurdas y en donde se han concentrado los ataques de Francia en Deir ez Zor y de Estados Unidos y de los países de la coalición en Ar-Raqqah.
Hay consenso para combatir al EI y otros grupos terroristas en la región, pero la gran divergencia está en el apoyo al gobierno de Bashar al Asad legítimo o a un gobierno de transición efectivo. Mientras se dilucida, se arruina la población y se ha provocado una crisis de refugiados en Europa.