En abril de 1815 ocurrió la mayor erupción volcánica desde que existen registros históricos. El monte Tambora, en la actual Indonesia, erupcionó y expulsó 160 kilómetros cúbicos de material volcánico. Este evento alteró el clima en todo el planeta y hasta puede haber aportado a la independencia del Ecuador a través de precipitar la declaración de Guayaquil del 9 de Octubre de 1820.
La erupción del Tambora fue un evento dantesco de proporciones difíciles de imaginar. Se dice que la explosión fue tan fuerte que se pudo escuchar en Sumatra, a 2 000 km de distancia. Para tener una idea de la magnitud de Tambora, puede considerarse que la reciente erupción del Eyjafjallajökull (el impronunciable volcán Islandés que paralizó por dos semanas el tráfico aéreo en Europa) expulsó menos de 0,1 Km³ de material volcánico (Tambora expulsó 160 Km³).
Por la dirección de los vientos, tanto la ceniza como el ácido sulfúrico liberados se repartieron por toda la atmósfera en dirección oeste. Por lo tanto, llegaron primero al Asia, luego a Europa y África y, finalmente, a América.
Esa nube de ceniza impidió que la luz del sol llegue a calentar la tierra y produjo un “invierno volcánico” que alteró el clima del planeta. Eso afectó a la agricultura y produjo gravísimas hambrunas. La escasez de alimentos parece que fue especialmente grave en Suiza, donde se duplicó el número de muertos anuales y hubo serios problemas sociales. El clima se caracterizó por abundantes lluvias, falta de sol y temperaturas inusualmente bajas, lo que ayudó a la difusión de epidemias como el tifus que parece haber matado a 100.000 personas en Irlanda entre 1816 y 1819.
También en América del Norte se reportaron eventos inusuales. Se cuenta que en junio de 1816 cayó nieve en Nueva York, mientras que en agosto habían ríos y lagos congelados en Pensilvania.
El año sin verano afectó hasta a la cultura. La escritora inglesa Mary Shelley estuvo en Suiza en ese verano y parece que el ambiente social era tan tenso y el clima tan desagradable que se inspiró para escribir, en ese verano, su novela “Frankenstein”.
Hay pocas referencias del clima en nuestro país en esos años. El historiador Michael Hamerly , en su libro “Historia social y económica de la provincia de Guayaquil” informa que los inviernos de 1817 a 1820 “se caracterizaron por intensas lluvias”, lo cual frenó las exportaciones de cacao y aportó a la crisis económica que ya estaba viviendo esa región.
Si a esto se suma los vientos independentistas que soplaban por la región y las trabas al libre comercio que Lima le imponía a Guayaquil, el agravamiento de la crisis económica pudo haber aportado un grano de arena adicional para la declaración de independencia del 9 de octubre de 1820.