Las ciudades cambian, crecen o mueren. Se desgastan y envejecen, o se renuevan y brillan cada vez con más fuerza. Guayaquil es el claro ejemplo de cómo, a base de administraciones honestas, comprometidas y con visión de futuro se puede transformar una urbe, que no tenía futuro, en una metrópoli bellísima, pujante, llena de vida, orgullo del país, con una infraestructura vial y urbana incluyente y emprendedora.
Recuerdo como si fuera ayer el Guayaquil de 1975. Visitaba por, primera vez la, ciudad. Mi marido Domingo Dominguín había organizado tres corridas de toros para las Fiestas de Octubre, toreaban Curro Vásquez, el mexicano ‘Chucho’ Solórzano Santiago López y Armando Conde.
Mi primera impresión fue de desolación total. Una ciudad abandonada, sucia, caliente, húmeda. Sin restaurantes .El malecón era un muelle lleno de basuras y comederos de quinta. La famosa “Plaza” era un semi coliseo abandonado…A excepción de los poquísimos barrios residenciales y exclusivos, la ciudad, parecía no tener futuro.
Jaime Nebot, -el Chino-, joven, lleno de ideales y gran aficionado taurino, amigo de Domingo, se encontraba en su ciudad natal. Todavía nadie barruntaba que sería el sucesor de León Febres Cordero, el primer gran transformador de la ciudad, y que continuaría su labor, llevándola a ser una de las principales y más atractivas del Pacífico sur .
La temporada taurina, tres corridas terminaron en una absurda tragedia. Domingo Dominguín, el domingo 12 de Octubre, mientras se lidiaba una corrida de ocho toros -me había prometido llegar al Quinto de la tarde-, jamás, cumplió la cita. A las cinco de la tarde, en las habitaciones del Hotel, se disparó un balazo en el corazón, poniendo fin a su vida, y partiendo en dos, para siempre, la de todos los que lo amamos y conocimos.
Recuerdo esa tarde de toros. Recuerdo, como en la barrera mirábamos el reloj, con angustia porque Domingo no llegaba. Acompañada de Mignon Plaza ,Martha María Orrantia, el “Chino” Nebot, Teresita Zaldumbide, Lucho Larrea y otros amigos, no, presentíamos el doloroso final de aquella tarde. Escándalo. Cárcel. Morbo. Hurto de taquilla. Pesadilla kafkiana de la que me rescataron un amigo del alma que voló desde Quito y Norma Plaza, compañera de adolescencia en un colegio londinense, convertida en brillante abogada.
Traigo a colación el tema para, simplemente enviarle un cariñoso mensaje de felicitación al alcalde Jaime Nebot, que en sus diez y seis años de timonel de ese Puerto enmarcado por el Guayas majestuoso y esos esteros infinitos, ha logrado la transformación de su ciudad amada. Gobernante ejemplo para muchos, países, plagados de políticos corruptos e ineficientes. ¡Chapeau!
Columnista invitada