Una recomendación que se formula a los jóvenes de hoy es que cojan una mochila y viajen por el mundo antes de cualquier emprendimiento. No es fácil por falta de recursos, de arraigo a la familia y al terruño, pero unos se dan modos para ello. Quienes concretan ven el planeta de forma diferente, desde su partida, cuando vuelvan sobre los 35 000 pies de altura.
Unos han tenido la oportunidad de salir a estudiar con becas y a trabajar, en otras condiciones, y esas realidades sirven muchísimo para asimilar experiencias, ver in situ diferentes costumbres, realidades, instituciones, democracia, libertades, respeto a los DD.HH. y también limitaciones.
Unos observaron la realidad y volvieron con una mentalidad abierta. Otros, como en toda sociedad, retornaron a cometer las mismas violaciones e inobservancias, que no pudieron hacer en el exterior porque estuvieron obligados a respetar las reglas, e incluso olvidaron las experiencias que les ofrecieron esos medios más avanzados. Algunos, producto de problemas personales y familiares, desecharon las experiencias formativas y espirituales e hicieron todo lo contrario. El problema no solo es de aptitud (grandes conocimientos en su campo) sino fundamentalmente de actitud pro positiva y pro activa. Esto se enseña. No se habla.
Según el Premio Nobel de la Paz, Dalai Lama, el desarrollo material sin evolución espiritual causa serios problemas. No es cuestión de profesar una religión y enseñar al mundo que comulga o recibe un sacramento. Primero estar en paz consigo mismo y luego con los demás, sin pasiones, rencores ni odio contra todo el que critica u opina contrario.
El libro Palabras de Paz, que recoge grandes discursos de los Premios Nobel, enseña ejemplos de lo que constituye una gran lección de vida de mujeres y hombres que no tuvieron esas oportunidades, que sufrieron durante su vida, incluso períodos de cárcel, pero que nunca ejercieron la revancha social ni personal; que no guardaron rencores. Al contrario, han sido verdaderos ejemplos de humildad, sencillez, tolerancia, amantes de la paz y de las libertades, que perdonaron los daños y perjuicios recibidos.
Nelson Mandela estuvo 27 años en la cárcel, perdonó a sus enemigos, llegó a la Presidencia de Sudáfrica y por su actitud recibió el Premio Nobel en 1993. Atravesó el camino de la tiranía y reivindicó las causas de la justicia, la paz, la democracia, la igualdad, la no discriminación, la alegría y el respeto a las libertades y los DD.HH. no solo de quienes representaba sino de todos, incluidos de sus verdugos que lo criticaron, persiguieron y condenaron. ¡Qué lecciones de vida dejan grandes pero sencillos hombres de paz, auténticos líderes, que no ostentan lo que son ni usan el poder, que escucharon con tolerancia y practicaron (no predicaron) con el ejemplo!