Un nuevo Fondo Monetario para sustentar el progreso de los países con menos recursos fue la noticia que ya llegaba cocinada de antemano a la cumbre de los Brics.
Es muy curioso porque se espera juntar USD 50 000 millones para entregar empréstitos a varios de los países con menor grado de desarrollo relativo, como se decía antes, para no decir países atrasados.
La gran interrogante es la disposición del dinero de aquellos países considerados como potencias emergentes. Ellos llevan en su mochila el sello de la inequidad.
Brasil es un país admirable. Su desarrollo en pocos años lo ha colocado en sitiales importantes. Sus grandes empresas constructoras y la fabricación automotriz son señal de progreso. Las inmensas reservas petroleras mar afuera hacen brillar los ojos a varios conglomerados extractivos.
En ese escenario, empero, conviven millones de pobres. La miseria de las favelas, el desempleo y las cifras de violencia muestran una evidencia difícil de rebatir: un país rico con mucha gente pobre.
Rusia se levantó de las cenizas del poder soviético y recreó una suerte de nuevo imperio donde los ricos capitalistas, muchos emergidos de la nomenclatura del PCUS
(Partido Comunista de la Unión Soviética) exhiben sus fortunas en lujosos autos y pantagruélicas fiestas.
Pero en Rusia la pobreza, el alcoholismo y la operación poco transparente de grupos mafiosos existen. Además, la situación de derechos humanos deja que desear y el expansionismo cimentado en la teoría del liderazgo euroasiático mostró sus dientes en la última crisis por Ucrania que todavía no se termina de conjurar.
La India es un ejemplo en materia de desarrollo tecnológico, grandes conglomerados como Bangalore( el ‘Sillicon Valley de la India’) se han formado en torno a esta nueva realidad que cambia su economía. Buena parte de los ‘call center’ del planeta crecieron en sus ciudades.
Pero junto a estas huellas de progreso el arsenal nuclear es una realidad que convive junto a los millones de harapientos desposeídos que pululan en las ciudades más populosas de ese gran país.
China, la República Popular China es, en este reacomodo del tablero universal que no termina de configurarse tras el fin de la Guerra Fría, una de las grandes potencias emergentes. Una economía dinámica, una transformación industrial y tecnológica que absorbe conocimiento y es un motor de desarrollo, la demanda de materia prima y las cifras macro son la foto contundente.
Pero en China hay un solo partido, miles de trabajadores tienen niveles salariales de los más bajos del planeta y la gente no tiene acceso a Internet, sino con bloqueos. Hay grandes millonarios en un país supuestamente comunista.
Sudáfrica, con un PIB que nos supera, no termina de sepultar la vieja lacra del racismo y la inequidad y es la última letra de la sigla Brics. Países ricos construidos sobre las espaldas de millones de pobres.