Érase una vez un país en donde las leyes eran aplicadas y observadas por la gran mayoría de la gente que lo habitaba, hasta que llegó lo que se autodenominó, pomposamente, Revolución Ciudadana, que durante ocho años de atropellos mandó al traste la institucionalidad de la nación, y consiguió que las leyes expedidas por el líder fueran instrumento de persecución a todos aquellos que discrepaban con sus ideas.
Leyes que, obviamente, eran inobservadas por las autoridades, lo que convirtió a un país en un paisito. Pues en ese paisito el gobernante expidió, entre otras, la Ley Orgánica del Servicio Exterior (cuya última reforma fue fechada el 29 de enero de 2009), en la que se dispuso que el Ministerio de Relaciones Exteriores se organice a través del Despacho del Ministro, la Subsecretaría General, la Subsecretaría Política, la Subsecretaría Económica, etc. (artículo 8).
En dicha Ley se ordenó (lo que los ciudadanos de buena fe lo creyeron), que el Subsecretario General era quien reemplazaría al Ministro (artículo 9, número 1). Pero como en el paisito el gobernante decidió que el Subsecretario General no era lo suficientemente capaz de cumplir sus mandatos, llamó del exterior a una persona que renunció a su función para reemplazar al Ministro.
Ese señor que dejó de tener cargo y atribución alguna en el Ministerio de Relaciones Exteriores, fue quien sustituyó al saliente Ministro, por lo que la Ley fue violada: un ciudadano ajeno al Ministerio se convertía en Ministro encargado sin ser, además, Subsecretario General… ¡viva la ilegalidad!
En ese Ministerio que hace años en esta columna se denunció que había contratado a más de 120 asesores, el Ministro saliente antes de alejarse para organizar grupos callejeros belicosos, redujo el número de asesores a 31, cuando el Acuerdo Ministerial 059 expedido por el Ministro del Trabajo, aplicable para todas las dependencias públicas, fijó como máximo en 10.
Los sueldos de estos fútiles asesores pueden alcanzar hasta los USD 5 500 mensuales. Pero el ex-Ministro encargado de las huestes defensoras del gobernante y sus prebendas, podía irrespetar la norma: él contaba con el favor del líder.
Y como no tener ese agradecimiento si de 700 funcionarios existentes en el Ministerio al inicio de su gestión, incrementó el número (y por tanto el beneplácito de esbirros del movimiento político al que se pertenecen), en 1 300 para que laboren en Ecuador y en 1 000 para que lo hagan en el exterior.
En ese paisito en que se ha convertido una nación que usted no se imagina cuál es, muchos funcionarios del Régimen respaldan aquel grafiti que dice: “Dejen de prohibir tanto porque no alcanzo a desobedecer todo”. Como esto se refleja en las más altas esferas del Gobierno, ¿por qué el pueblo llano no puede imitar lo que hacen los jefes?