Es falso que el “mensaje” de Correa haya sido el último. El Presidente está obligado a presentar un informe a la Legislatura y al país al fin de cada año de su mandato. Debe, por tanto, hacerlo en mayo de 2017. Esa es su obligación constitucional y moral.
En la acción del Gobierno siempre hay hechos positivos, pero Correa también debía mencionar lo que omitió. O al menos aceptar que hay una crisis, empeorada por su manejo derrochador. Debió dar las cifras reales del endeudamiento público, el mayor de la historia. Entre tantos datos, ¿por qué no dio los del creciente desempleo, que ya llega al nivel del fatídico año 2000? ¿Por qué no explicó la razón para no pagar la deuda agraria y sus compromisos ambientales? ¿Por qué no dijo nada sobre el incremento del gran tráfico de drogas, que nadie quiere explicar?
El país ya estaba muy mal antes del terremoto. Este no puede servir de pretexto para encubrir malos manejos de la economía.
¿Por qué no informó que hace para enfrentar la feroz elevación del costo de la vida, especialmente de los alimentos?
El pueblo no come cheques sino comida.
La gente del Ecuador tiene derecho a saber ¿por qué se violan sus derechos a la libre expresión, a la organización y a la protesta?
En estos mismos días se está criminalizando a los pobladores de Saraguro, en la provincia de Loja, que fueron víctimas de golpes, allanamientos y otras agresiones.
¿Por qué el Vicepresidente no dio cifras del gasto de la refinería, que dice que nos colocará entre las “potencias mundiales”? Cómo
1 200 millones de dólares se han desvanecido y ahora se intenta contratar un crédito chino para la obra, a sabiendas de que esa deuda será ilegítima y que no será reconocida por ningún gobierno futuro que ponga primero los intereses del país.
Un acto lleno de omisiones el del 24. También plagado de falsedades, agresiones e injurias, dichas en tono pomposo y pueblerino, totalmente alejado de la austeridad que debe tener una ceremonia republicana. En otros países, el informe se lo da ante los legisladores y las misiones diplomáticas, con seriedad y solemnidad, sin pachanga, contratos de publicidad, ambiente de farra o decoraciones para elección de reinas de belleza.
¿Podría alguien imaginarse a Kennedy, Obama, Fidel Castro, Isidro Ayora o Galo Plaza en semejante sainete? Claro que no. El correísmo ha denigrado también en esto la dignidad de la República. Las acciones teatrales de su jefe no tienen la solemnidad de Velasco Ibarra, ni la sencillez de Mujica, ni la profundidad y radicalidad de Allende, ni siquiera el sentido histriónico de Bucaram.
Correa tiene la obligación de informar al Ecuador al fin de su gestión el 24 de mayo de 2017. Pero parece que no piensa hacerlo. ¿Va a abandonar el país antes de esa fecha?