Un desenlace previsible fue el que tuvo lugar ayer, cuando, en respuesta a las serias y graves pruebas presentadas por Colombia en el seno del Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos en Washington, sobre la presencia de guerrilleros de las FARC y el ELN en territorio venezolano, el propio Hugo Chávez anunció la ruptura de relaciones diplomáticas entre Caracas y Bogotá.
Flanqueado por Diego Armando Maradona, el líder de la Revolución Bolivariana prefirió manejar el tema a las patadas y aplicar aquella máxima futbolística que afirma que la mejor defensa es el ataque. Una vez más, el ex coronel insultó a Álvaro Uribe, aparte de que volvió a jugar de manera irresponsable con la hipótesis de una guerra.
El problema es que los insultos y las bravuconadas que funcionan a veces en los escenarios deportivos no necesariamente operan en las relaciones internacionales. Y es que, más allá de la furiosa reacción del Palacio de Miraflores, el tema de fondo sigue siendo el mismo y tiene que ver con la presencia de reconocidas organizaciones terroristas al otro lado de la frontera. Si bien las reacciones en las capitales hemisféricas ante lo ocurrido en la OEA fueron tímidas, no hay que menospreciar los efectos de largo plazo que puede traer la contundente exposición del embajador Luis Alfonso Hoyos. Por más conciencias que compren los petrodólares venezolanos, Hugo Chávez está jugando con fuego y arriesga llevar a su país al ostracismo, sin importar lo que le digan sus áulicos en La Paz o Managua.
Hechas esas consideraciones, es imposible no lamentar el giro de los acontecimientos. Tanto por razones históricas como de buena vecindad, un clima de tanta tensión con Venezuela es a todas luces inconveniente. A lo largo de una frontera tan viva, las buenas relaciones no son una alternativa, sino una obligación, pues, de lo contrario, quienes pagan las consecuencias son los cientos de miles de personas que habitan a ambos lados de la línea divisoria.
Eso para no hablar de los riesgos de una confrontación armada, ya que, en las actuales circunstancias, una simple chispa puede iniciar toda una conflagración. Sea esta, entonces, la ocasión para pedirles a las Fuerzas Armadas colombianas la máxima prudencia y que eviten caer en trampas y provocaciones.
No está de más preguntarse sobre la posibilidad de que el pretexto de la ruptura de relaciones sea utilizado por Chávez para apretar aún más el puño y asfixiar a sus opositores. Con una economía que sigue contrayéndose y que tiene una de las tasas de inflación más altas del mundo, el Mandatario ha visto caer su popularidad a niveles nunca vistos. Eso les puede ocasionar un fuerte deterioro a las fuerzas cercanas al Gobierno cuando tengan lugar las elecciones legislativas, a finales de septiembre. Sin embargo, está por verse si lo ocurrido con Colombia le sirve como cortina de humo