He tenido la oportunidad de visitar los escenarios de la revolución de mayo del 68 cuando se cumplían cuarenta años. Un 10 de mayo de hace una vida, la policía lanzó el asalto definitivo para recuperar el orden. Todo el centro de París estaba lleno de barricadas, la revuelta empezó como protesta estudiantil y se transformó, con la participación de los trabajadores, en una revolución política.
Fue una revolución inspiradora porque demandaba libertades, sin limitaciones, con el lema de “prohibido prohibir” y proclamaba la “imaginación al poder”. Los muros de la ciudad se llenaron de grafitis; desde la espontaneidad estudiantil: “Olvida lo aprendido, comienza a soñar”; hasta frases adoptadas y adaptadas: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”; frases contra todo lo establecido por la izquierda y la derecha: “¡Abajo el realismo socialista! ¡Viva el surrealismo!” “Terminaremos todos reventando de confort”.
¿Para qué sirvió mayo del 68? ¿Qué nos dejó? Son preguntas que todavía no tienen respuesta después de 40 años, pero se han escrito miles de libros sobre el tema y siguen apareciendo nuevos estudios. No hay intelectual que no haya reflexionado sobre el significado de esa revolución.
Unos le acercan al marxismo, otros al liberalismo. Herbert Marcuse explicó que los estudiantes no pueden ser revolucionarios porque no son una clase social; solo es una etapa en la vida.
Tampoco los trabajadores, añadió, porque viven inmersos en la realidad. En efecto, el general subió el salario a los obreros y terminó la revuelta. “Se tomó tres semanas para anunciar en cinco minutos que iba a emprender en un mes lo que no pudo hacer en diez años”.
Nosotros éramos, en esos días, estudiantes de filosofía. Recién se abría la facultad para todos, antes era privilegio de los jesuitas.
Iniciamos una revista de filosofía que se llamó Punto Omega y todos nos parecíamos al menos en nuestra devoción por la revuelta de mayo. Después tomamos diversos caminos; hay jesuitas famosos, un amigo de la guerrilla colombiana, un empresario farmacéutico, un asesor político inventor de presidentes, un dirigente sindical, un pintor y literato; un rector de universidad; yo terminé de periodista.
Los estudiantes de mayo del 68 fueron engullidos por el sistema contra el que lucharon. Los líderes terminaron como diputados europeos, los carteles se convirtieron en obras de arte, se venden hasta ahora y están en los museos; el triunfo del individualismo se convirtió en un valor rescatable para los que temían la subversión.
Puede ser que la revuelta de mayo del 68 haya cambiado nuestro siglo, como dicen algunos; o como dicen otros, que haya matado para siempre la utopía de las revoluciones. A cada uno le habrá dejado algo. A mí me dejó el amor por la libertad, por eso no acepto señuelos ni creo en reformas a leyes que matan la libertad como la Ley de Comunicación.