Para persuadir al pueblo a pagar nuevos impuestos se lo debe convencer que el gobierno es competente para gastar bien los recursos públicos.
Hacer obra eficaz y útil le da legitimidad para recaudar más contribuciones y satisfacer las necesidades básicas de la población concita su apoyo.
Si esto es así, el gobierno debe mostrar resultados mediante una buena capacidad de gestión pública tanto en la ejecución de las obras como en el control del gasto y en la evaluación de sus resultados.
Ahora el pueblo ya tiene nuevas herramientas para percibir claramente si están gastando bien los impuestos que paga y los ingresos de los recursos naturales que son de toda la población.
Cuando se gasta bien no es necesario comprometer tanto dinero en autopropaganda que atosiga a la ciudadanía.
La calidad del gasto tiene que ver: con la eficiencia en el cálculo del costo-beneficio de una obra; con la equidad para mejorar la inclusión de los excluidos del progreso económico sin excluir a los incluidos de la clase media; con la transparencia para evitar actos de corrupción y abusos a pretexto de las emergencias y con la austeridad imprescindible en un país pobre pero digno. Esta exige evitar duplicidades en los servicios públicos y replantear los costos de las fuerzas armadas.
Para gastar bien se precisa una profesionalización de la burocracia vieja y nueva, procurando que los mejores talentos entren al servicio público para que los sueldos y salarios estén en relación directa con su productividad.
Solo así mejoraremos la gestión pública y no derrocharemos los escasos recursos del país ni desperdiciaremos en obras improvisadas.
Si se gasta bien se puede liberar recursos para satisfacer tanta necesidad y mejorar las condiciones de vida de nuestra población.
El atraso que sufre nuestro país tiene que ver con la infraestructura económica y social para el desarrollo.
No tenemos ni una sola autopista para que los productos no sufran sobrecostos por transporte, no tenemos puertos ni aeropuertos eficientes y baratos para mejorar la logística de las mercaderías, nuestra conectividad a la Internet es muy baja y la preparación del recurso humano es deficiente.
Es decir que necesidades por satisfacer no faltan y para ello se requiere dinero que debe ser bien gastado, rigurosamente evaluado y con resultados tangibles y claros, porque no se trata de gastar por gastar y publicitar solo cuánto se ha invertido sino que la obra esté bien hecha y sea útil al desarrollo y bienestar de la gente.
Hablamos de un presupuesto de 26 000 millones de dólares, pero poco sabemos si se está gastando bien, con austeridad, eficiencia y honestidad, porque se han soslayado las tareas de evaluación, fiscalización y control. Prohibido olvidar esto.