Que los problemas de Libia los solucionen los libios. En teoría suena lindísimo, lo sensato es rechazar la intervención extranjera y toda incursión, como la de Angostura, por ejemplo. ¿Hay intervenciones que se justifiquen?
Algunas se producen demasiado tarde, como por ejemplo cuando los aliados derrotaron a Hitler tras el Holocausto que masacró a millones de judíos en medio de la lujuria por el poder. El estalinismo en cambio, que destruyó toda oposición ideológica, nunca sufrió la intervención de potencias extranjeras. La ex Unión Soviética siempre fue una enorme potencia que escondió muchas verdades.
La intervención en Iraq, protagonizada por caprichos personales de Bush, ha sido cuestionada por decenas de analistas y expertos. La guerra de Vietnam marcó y traumó a una generación entera.
Ahora la atención mundial se centra en Libia, gobernada hace 42 años por un aprendiz de Stalin, pero muchísimo menos inteligente. Vanidoso, ambicioso de poder y de dinero, así es descrito por quienes conocen a este angelito llamado Muammar el Gadafi, que carga en su conciencia la muerte de más de 8 000 rebeldes.
Que 20 años no es nada, cantaba Gardel, Gadafi lleva 42. Poder y riqueza es lo que más persiguen los aprendices de reyes del medioevo, la familia del dictador no es la excepción. Como lo fue en su oportunidad Ferdinand Marcos, cuya esposa derrochaba excentricidades, como poseer 5 000 pares de zapatos, mientras el pueblo se moría de hambre.
La fortuna de los Gadafi, acumulada durante cuatro décadas, obviamente no está en Libia, se encuentra en Dubái, en el sureste de Asia y en el golfo Pérsico. Generoso con sus hijos y con sus mujeres, toda la familia tiene recursos dentro y fuera de su país.
Los nenes se divierten. Muatuassin, uno de los ocho hijos, pagó el 2009 una suma cercana al millón de dólares para que la estadounidense Mariah Carey le cante cuatro canciones en una fiesta de Año Nuevo.
Los diarios The Economist y The Guardian afirmaron que el líder, venerado y admirado por Chávez, tiene un vasto imperio financiero, incalculable, que gasta en excentricidades. Su casa en el norte de Londres tiene una sala de cine forrada con piel de antílope.
La esposa del ‘revolucionario’ líder libio y su hija Sasha viajan frecuentemente de compras por las mejores tiendas europeas. Lo hacen en avión privado, como los ostentosos y con dinero del Estado.
Por suerte la izquierda, la auténtica, muestra signos de sensatez, como Dilma Rousseff tras su condena a Irán por abuso contra los derechos humanos. Muchos ‘gadafistas’ desubicados también creen que Mahmud Ahmadineyad es de izquierda, nada más errado, Hitler se decía socialista, pero hay que notar que el totalitarismo mezcla las ideas para confundir al pueblo.