Enrique Ossorio
Los acontecimientos que dieron lugar a diversas expresiones, que en ocasiones llegaron a la violencia, reclaman la necesidad de poner en valor la búsqueda de consensos, sin que esto implique dar marcha atrás, como algunos pretenden, en las conquistas alcanzadas durante los últimos años.
En el mes en que celebra un nuevo aniversario de su independencia, Ecuador vive un recrudecimiento de la lucha social. El presidente Rafael Correa atraviesa la contradicción de sufrir el primer paro nacional desde sus inicios, impulsado por sectores sociales que no solo lo han acompañado en las últimas elecciones, sino que además han sido beneficiados por las políticas impulsadas por la revolución ciudadana.
Uno podría preguntarse con cierta extrañeza, como lo hicieron muchos ecuatorianos que se encuentran viviendo en el exterior a través de las redes sociales, ¿protestan contra Correa, el presidente que nos devolvió la dignidad a los ecuatorianos?
Ninguna transformación puede hacerse a espaldas del pueblo y esta fue una de las premisas fundamentales de Correa, que inicia su recorrido político peleando contra los sectores más poderosos del país. Sin embargo, que el objetivo del Presidente sea alcanzar un país mejor y más justo, no significa que el camino para lograrlo no pueda estar colmado de obstáculos o que las acciones desplegadas para lograrlo sean las suficientes.
En este sentido, ¿la revolución ciudadanapasará a la historia como un Gobierno ecuatoriano más o podrá ser una bisagra en la consolidación de un proyecto nacional que construya las bases de un nuevo Ecuador?
Si se augura que el objetivo de una sociedad siempre es desarrollarse y crecer, hemos llegado a tal punto, que el retroceso que algunos pretenden, implicaría dar marcha atrás en cuestiones que han fortalecido a la Nación e hicieron que florezcan todas las voces del Ecuador, sobre todo aquellas que se mantenían en los márgenes. El riesgo latente frente a un conflicto no es que pierda poder un determinado partido político, elegido por la voluntad popular, sino que la Nación pueda volver a tiempos peores. El verdadero riesgo país no es el que miden las consultoras internacionales, sino el que se refiere a perder las conquistas alcanzadas y a quedar presos de especulaciones políticas intencionadas.
Ahora bien, tomando un poco de distancia de las últimas manifestaciones, los conflictos son siempre una oportunidad y muestran no solo las destrezas de un Gobierno para superarlos sino la madurez de un pueblo para resignificarlos y transformarlos en oportunidades.
Afortunadamente, no estamos frente a un Gobierno cerrado o elitista, sino más bien se trata de un gobierno de oportunidades (en un sentido amplio) y con muestras públicas de tener voluntad de diálogo. En este sentido, el desafío que viene es superar los conflictos para que el país no se detenga en su camino al futuro.