Al muy ilustre educador, finales del siglo XIX, don Domingo F. Sarmiento no se le ocurrió mejor título que “Civilización y barbarie” cuando se le dio por escribir la vida de Juan Facundo Quiroga, caudillo federalista argentino, apodado “el Tigre de los Llanos” por sus hazañas, aquellas que le condujeron a que muriera asesinado. Civilización y barbarie también sería el título de la historia de Iberoamérica desde el encuentro de las Edades, la conformación de las nuevas sociedades hasta nuestros días. El pensamiento lógico -la filosofía y las matemáticas-, tratando de abrirse campo en páramos y selvas recién descubiertas, resulta ser la clave que nos permita comprendernos, llegar a definiciones que a los europeos les demandó milenios y que nosotros pretendemos alcanzarlas en apenas 500 años. Sin quitarle un ápice del mérito que sí tuvo, ensoñaciones las del Che Guevara: pretendió iniciar la ‘revolución continental’ desde las selvas de Camiri, en donde los desventurados campesinos le oían como oír llover.
Tiempo al tiempo, a ritmo acelerado. Sin deprimirnos ante las opiniones idiotas y perversas de aquellos que se lamentan que en nuestras universidades se formen profesionales, inclusive excelentes, pero que no se piensa, huérfanas de la voluntad de cambiar, de innovar. A mi juicio, lo que hoy nos corresponde es sentar las bases que nos permitan llegar a saber y bien. Adoptar nuevas tecnologías, digamos, adaptarlas a nuestras realidades y de ser el caso innovarlas, ese es el camino. Cuando sepamos leer y escribir con propiedad, cuando por esa vía lleguemos a familiarizarnos con el pensamiento lógico, habrá llegado la hora de que también nosotros participemos en las grandes disquisiciones. Tiempo al tiempo, a ritmo acelerado. Mañana tendremos pensadores. En un futuro no lejano también filósofos. Cuanto antecede porque debo ponderar, aunque me caiga el anatema de los sabios de la Grecia, los pasos que va dando el gobierno de Correa en materia de educación e investigación científica, con todo lo discutible que puedan tener, en todo caso mejorable. Vayan unos ejemplos.
Nadie discutía la importancia de que los bachilleres supieran inglés. No contábamos ni con el número de profesores que se requería y peor aún que supieran aquel idioma. De profesores de Educación Física, apenas unos tantos, en un país en el que el síndrome metabólico, obesidad e hipertensión, ha sido denunciado en niños y jóvenes. De maestros bien formados que sepan enseñar, otra de las grandes falencias nacionales. En cuanto a investigación científica, financiamiento a proyectos que apuntan a prioridades, igual política que en Estados Unidos con los cuantiosos fondos federales. Miles de becas completas de posgrado en el exterior. Tiempo al tiempo: la civilización imponiéndose a la barbarie.