La absoluta autonomía del fútbol profesional es una falacia que esconde, bajo la amenaza de una posible intervención de la FIFA (una institución privada cuyas normas no pueden prevalecer sobre la legislación de los estados), la pretensión de evitar controles. La Federación Ecuatoriana de Fútbol es una persona jurídica de derecho privado, creada de acuerdo con la Constitución y la ley y sometida al ordenamiento jurídico nacional. En efecto, el primer artículo de su estatuto, aprobado por el Ministerio del Deporte, dice que es un “organismo deportivo autónomo, de derecho privado”, que tiene “personería jurídica concedida por el Estado” y que está “sujeta a las normas y principios de las leyes de la República”.
Esta supuesta autonomía absoluta, que ha logrado eludir los necesarios controles externos, ha permitido a sus dirigentes actuar con frecuencia con arbitrariedad y, en algunos casos, con abuso, despilfarro y corrupción. Los controles internos (rendición de cuentas y auditorías), que deberían ser suficientes, no han sido eficaces y efectivos por diversas causas: por desinterés, por cobardía, por connivencia o por complicidad derivada de una política clientelar. Hace pocos meses viví personalmente una experiencia penosa: una violación descarada, garantizada por la impunidad y bajo el camuflaje de ‘justicia deportiva’, de la Constitución, las leyes, el estatuto, los reglamentos y los más elementales principios jurídicos.
En los últimos días se ha producido, a la sordina, un incidente en la Asociación de Fútbol no Amateur de Pichincha (AFNA). El informe de uno de sus comisarios, que incomprensiblemente no fue leído en la Asamblea General, demuestra fehacientemente, con el respaldo documental, que el gerente, asumiendo atribuciones que no le corresponden, incluso la representación legal, ha firmado algunos contratos sin contar con el presidente y los dictámenes del síndico, violando varias disposiciones del estatuto. La justificación del gerente es insólita: según consta en un oficio, acepta esa violación y proclama que actuó con “buena fe” y con “el afán de darle (sic) agilidad y rapidez a dichos procesos contractuales…”
Nuestro fútbol profesional vive una etapa de grave crisis económica: clubes endeudados y jugadores impagos. Sin embargo, la AFNA, sin que nadie sepa cómo, es la nueva propietaria de un automóvil caro y lujoso, para uso del gerente. La explicación dada es admirable: el vehículo “habría sido adquirido” por la Federación Ecuatoriana de Fútbol y donado a la AFNA, “de manera gratuita” (¿hay donaciones onerosas?), en “contraprestación a las actividades de colaboración que esta Entidad y su Gerencia realiza (sic) en beneficio de la antes mencionada Federación”. En los archivos no hay ni el contrato de compraventa ni una constancia escrita de la “donación”: sólo existe una fotocopia de la matrícula…