Hace 21 años, cuando Alan García acabó su presidencia en medio del caos económico y el auge de Sendero Luminoso, nadie hubiera apostado un centavo a su retorno. Hace 11 años, cuando Fujimori escapó en medio de un escándalo de corrupción y asesinatos, ¿quién iba a pronosticar que su nombre y su equipo volverían a ubicarse al borde del poder? Pero Keiko y Alan han tenido un gran elector, Ollanta Humala, quien les hizo aparecer como el mal menor. Porque en política, las causas de los fenómenos suelen ser extrañas, oscuras o inesperadas.
Sin embargo de su pésima imagen, no hay que olvidar que Alberto Fujimori desempeñó un papel clave en todo el proceso que condujo a la firma de los Acuerdos de Paz de 1998, tan celebrados ahora. Siempre pensé que su calidad de ‘outsider’ japonés y marginal en más de un sentido ayudó a empujar unas negociaciones que alguien del ‘establishment’ político peruano o de la aristocracia de Torre Tagle muy difícilmente hubiera aceptado continuar.
Un segundo factor fue la corrupción en la que se hallaban hundidos Montesinos, el general Hermoza y otros altos mandos. Por embolsicarse millones en comisiones compraron unos Mig y unos misiles inoperables cuando amenazaban con otro ataque como arma de negociación.
El vilipendiado Jamil Mahuad fue también factor de paz: desastroso para manejar la crisis financiera, Mahuad fue en cambio hábil para rematar la misma línea de política internacional que por primera vez en nuestra historia (!) se había mantenido durante cuatro gobiernos de distinto color desde la guerra del 95, cuando Sixto se vio obligado a aceptar el Protocolo de Río y los negociadores ecuatorianos se preocuparon por su correcta aplicación luego de que el país se pasara 35 años declarándolo nulo, a raíz de un discurso demagógico de Velasco Ibarra en 1960. Y por supuesto que ayudó mucho el que las Fuerzas Armadas mantuvieran sus posiciones en el Cenepa y que la mayoría de ecuatorianos aterrizara en la sensatez.
Ahora que Alan García acepta la Carta Náutica y plantea desmilitarizar la frontera ya no se escuchan esos reclamos desmedidos, basados en el fantasioso mapa de Tufiño que colgaba en las escuelas, aduciendo que hasta Iquitos era ecuatoriano. Porque la variación de tesis limítrofes desde el siglo XIX hizo más daño que bien: como señala el ex canciller Ayala Laso en su libro ‘Así se ganó la paz’, a medida que pasaban las décadas estábamos en peores condiciones para negociar dado que Perú ejercía la posesión efectiva sobre cada vez más territorios en disputa. Como corresponde a una buena negociación, acá y allá quedaron varios descontentos; entre ellos, el ex militar Humala, pero su situación electoral es tan precaria que ha prometido portarse bien con todo el mundo. Ojalá, si gana.