Todos los latinoamericanos estamos ilusionados en que, a pesar de las dificultades que aún persisten, las negociaciones de paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC culminen con éxito y se suscriba y aplique un acuerdo que beneficie al pueblo colombiano, que tanto sufrimiento ha padecido por décadas por la irracional violencia guerrillera.
Por diversas razones, el primer país beneficiado de una Colombia en paz, próspera y segura es el Ecuador. ¡Cuánto se podrá aprovechar en materia de comercio, cooperación, proyectos binacionales fronterizos, en fin, paralizados por tanto tiempo!
El Gobierno y el sector privado deben estar definiendo ya escenarios en sus campos de interés y competencia para obtener beneficios de esta nueva situación. Hago votos por que ese sea el caso y de que nos estemos preparando para el postconflicto en materias no necesariamente de seguridad que es complejo y exige una aproximación diferente.
Ecuador, desde un enfoque de seguridad y defensa, debe actuar con prudencia y firmeza, una vez alcanzada la paz en Colombia. Es correcto fortalecer nuestra presencia militar en la frontera y “blindarla al máximo” para evitar que se “puedan desarrollar actividades ilícitas que puedan pasar a nuestro territorio”, según palabras del ministro de Defensa, Ricardo Patiño, al informar sobre el envío de más efectivos a la zona. Junto con esta medida, conviene reforzar la presencia institucional del Estado para favorecer a las poblaciones fronterizas por tanto tiempo desatendidas e indefensas.
Hasta ahí todo muy bien, pero cuidado con acercarse mucho a las FF.AA. de Colombia al extremo de que, según palabras de su Ministro de Defensa, su estrategia se propone “crear una fuerza militar conjunta (con Ecuador) para fortalecer la seguridad de la frontera luego del cierre de las negociaciones de paz”.
Si antes del gobierno de Correa, y espero que se mantenga hasta hoy, Ecuador nunca desarrolló operaciones conjuntas o combinadas con Colombia, tampoco debe hacerlo en el postconflicto y menos como una fuerza permanente, en época de una paz que será violenta por muchos años más debido a los grupos criminales, dispersos y armados que seguirán con sus actividades ilícitas.
Colombia y Ecuador deben responder por lo que suceda dentro de sus territorios hasta el límite de su frontera, hasta donde ejercen legítima soberanía, no más allá. No debemos inmiscuirnos, en la etapa del postconflicto, en materia de seguridad en territorio colombiano.
Es de esperar que el Ministerio de Defensa no se preste a una política como la que propone Colombia, ahora que ya se anuncian para abril reuniones entre sus más altas autoridades, que hará mucho daño al Ecuador y a las poblaciones de frontera. No caigamos en la ingenuidad de coparticipar en una etapa del conflicto que sigue sin ser nuestro.