Durante 10 años la revolución ciudadana sacó buenos réditos de la política de la confrontación permanente y de la mirada binaria y moralista de la realidad: blanco-negro; “si no estás conmigo, estás contra mí”; pueblo vs oligarquía; izquierda vs derecha. De tal refriega, siempre ganaron los “buenos”, Alianza País, amparada en un barril de petróleo caro, en las carreteras y en el generoso reparto de bonos y contratos a la clientela.
A propósito de la segunda vuelta, este instrumento político “exitoso” y maniqueo, es nuevamente utilizado con el objetivo de ganar las elecciones. Algunos analistas relativizan el uso de esta desgastada artimaña en las actuales circunstancias. La proclama binaria, expuesta con fervor por voces dogmáticas del rebaño, no se da cuenta que el contexto varió en 10 años, que ya no hay un precio de petróleo alto y que la revolución sufrió un acelerado deterioro de su palabra.
En todo este tiempo, más gente fue constatando que no coincidía la proclama progresista de inicial defensa de la naturaleza (Ej. Yasuní), con el impulso del mayor proyecto del capitalismo salvaje de la contemporaneidad, el neo extractivismo, la minería a gran escala, en detrimento de un modelo de desarrollo sustentable y de las poblaciones originarias de los territorios intervenidos, no solo por tractores sino por tanquetas del ejército. Verbo izquierdista, pero de corte autoritario y estalinista, que impuso juicios por terrorismo y sabotaje a estudiantes rebeldes y acorraló al periodismo de investigación, mientras los casos de corrupción crecían como hongos, en el marco de una institucionalidad de control que promovía la impunidad, y de unas políticas públicas delirantes, noveleras y derrochadoras, cuyo máxima expresión es Yachay.
Se hunde la palabra binaria de la candidatura oficial que no logra deshacerse del tutelaje del caudillo ni de su propia imagen bonachona y chistosa. Así, la lucha electoral no es entre izquierda contra derecha; progresismo contra retrógrados; es el enfrentamiento de los nuevos ricos neo populistas de derechas con verbo izquierdista versus un centro derecha, con retórica liberal, que dice reconstruirá la democracia y la economía.
Un 65% de gente está muy cansada del gobierno. Por eso es probable vote por el candidato de oposición. Así, buena parte de este voto no será por él, sino contra el continuismo. Si el presidenciable opositor no entiende esto, no entiende nada. Y si lo entiende, podría transformar ese voto en fuerza convocante para unir a los más amplios sectores para enfrentar la crisis económica y moral y para desmontar la maquinaria autoritaria enquistada en el Estado.
Así el próximo gobierno no sería de una tendencia, sino de unidad transitoria y necesaria en la diversidad por la reparación de la democracia y de la ética.