La semana pasada se llevó a cabo en la Universidad Andina, con el auspicio de FES-Ildis, un interesante seminario acerca del impacto que sobre sus vecinos tendrá la suscripción de los acuerdos de paz entre las FARC y el Gobierno de Colombia. En él participaron destacados especialistas de los tres países involucrados: Colombia, Ecuador y Venezuela.
Fue ilustrativo conocer de primera mano la complejísima situación política, social y de seguridad que vive nuestro vecino, y tomar conciencia de que a partir de una eventual firma de los acuerdos tomará lustros hasta que se instale una paz verdadera; que esta no es para nada inmediata y que hay múltiples aristas que resolver en Colombia para que sea duradera. No se pudo constatar un panorama alentador para el posconflicto ya que con el papel firmado en La Habana no se resuelven de un día para otro los problemas del narcotráfico, la integración de los ex combatientes, las heridas sociales, el paramilitarismo, la delincuencia común, las inequidades económicas y el desarrollo del agro, estas últimas causas del levantamiento en armas hace décadas.
Aunque a largo plazo será muy positivo, el impacto inmediato de la firma de los acuerdos sobre el Ecuador puede ser dañino si el Estado no planifica lo que se viene.
Nuestro país acoge ya cerca de 600 000 colombianos, de los cuales 70 000 refugiados, 170 000 solicitantes de refugio y los demás inmigrantes, de los cuales, según recientes estudios, más del 80% no están dispuestos regresar a Colombia. A ellos se pueden añadir decenas de miles que “huyan de la paz” por la inestabilidad que esta generará los primeros años.
Las FF.AA., como tales, tienen un plan estratégico para hacer frente a la situación en materia de defensa y seguridad. Pero no he sabido que el Estado lo tenga en los distintos ámbitos que le corresponden como el desarrollo de las zonas fronterizas: escuelas, hospitales, servicios sociales, etc., que hagan presencia institucional y atiendan las necesidades de las poblaciones fronterizas por tanto tiempo relegadas.
El canciller Long realizó esos mismos días una visita oficial a Bogotá. De lo que ha trascendido, las conversaciones han sido muy provechosas. Aparte de lo usual que es reiterar la amistad, promover el comercio y la cooperación, es de suponer que el Ministro habrá tratado acerca de los efectos que la situación del posconflicto tendrá para el Ecuador. Se ciernen peligros como desplazamientos importantes de colombianos que huyen de la delincuencia común, de ex combatientes, de la ampliación de cultivos de coca, etc.
Ecuador debe hacer saber su preocupación a Colombia de estas consecuencias para compartir los responsabilidades. Eso sí, nada de fuerzas binacionales ni operaciones conjuntas, combinadas ni coordinadas.