El gesto del Gobierno de acudir en auxilio de la candidatura a la Alcaldía de Quito dando un brusco golpe de timón a su campaña, ha sido la sorpresa de esta recta final de unas elecciones que parecían anodinas y aburridas. El gesto gubernamental devela las limitaciones profundas de Alianza País; depender de la figura del Presidente como único canalizador de adhesiones y desconfiar de la capacidad del alcalde Barrera para garantizar su reelección.
Correa actúa como gerente propietario de Alianza País: en su momento desautorizó a Barrera y lo advirtió que es él quien decide incluso en los asuntos de la gestión de la ciudad, se mofó de la tradición de autonomía de la gestión municipal de Quito frente a los gobiernos centrales y con ello debilitó la figura de Barrera. Ahora interviene para supuestamente salvarlo de una posible derrota. El voto del ciudadano quiteño advierte este fenómeno y lo interpreta como una señal de pérdida de poder ciudadano, de su propio poder, y es probable que sea esta la razón que explique la tendencia a la caída de Barrera en las encuestas electorales.
El talante de un Jefe de Estado se pondría a prueba si lograra demostrar que es una figura prescindible en un proyecto que pretende superar personalismos; que se sustenta sobre una coherente construcción programática que lo vuelve inmune a las veleidades inmediatistas del poder; si ello fuera así, se demostraría que sus seguidores, en este caso el alcalde Barrera, existen políticamente sin su tutor inapelable. Pero todo parece ser que no es así; los militantes de AP están dispuestos a aceptar este como su destino; ser obedientes y no deliberantes; estar atrapados por el síndrome del redil del cual no pueden escapar.
El éxito de Rodas y de su movimiento SUMA puede significar que la palabra y la figura del Presidente como garantía para la consecución de votos vaya perdiendo poder. La ciudadanía quiteña, desde los inicios de la República ha estado comprometida con la defensa de la democracia y de las libertades. Los últimos hechos de prepotencia del poder central: el cierre definitivo de la organización Pachamama, el ataque a la libre expresión con la sanción al caricaturista Bonil, la irrupción en domicilios y oficinas de opositores al Régimen, la descarada utilización de la justicia para perseguir o amedrentar a opositores, son acciones que se acumulan, que no dejan indiferente a la población y que seguramente se expresarán en el voto del 23 de febrero.
El golpe de timón en la campaña a la Alcaldía de Quito devela desesperación por la fragilidad y vulnerabilidad de un modelo que depende de la figura del líder y no de las estructuras políticas sobre las cuales éste domina. La intervención de Correa, más que revertir la tendencia al estancamiento del candidato oficial, termina por hacerle un flaco favor al candidato Barrera a la Alcaldía de Quito.