Este título es un poco ambiguo; pero tranquilícese lector conservador, no voy a trinar en contra de los beneficios financieros de las organizaciones religiosas, y del carácter antidemocrático de sus regímenes económicos y fiscales. El objetivo es asombrarse cuando las finanzas son en sí mismas una religión, guardadas y practicadas con un dogmatismo medieval.
En el mundo financiero internacional se libra una batalla sobre cómo evitar grandes estragos. Hay tres posturas en conflicto. Una considera que el sistema es “necesariamente inestable” y el Estado tiene que protegerlo de lleno (inyectando moneda del pueblo en las instituciones, endeudándose si es necesario). Otros consideran que el sistema actual es “necesariamente inestable” pero el Estado tiene que abstenerse de salvar las instituciones defectuosas (dejar caer un banco y asumir que habrá una parte del pueblo que se hunda, asumir que es parte del juego la bola de nieve catastrófica que se genera). Finalmente, hay quienes piensan que el sistema no tiene que ser inestable y que existen regulaciones que se pueden establecer que –aunque reduzcan la generación de riqueza para los bancos– impiden que justos paguen por pecadores y que el pueblo responda por las decisiones arriesgadas de malos managers.
Marquemos donde están las radicalidades en estos tres grupos. Los primeros dos estiman que el sistema actual no puede/debe cambiar, es “necesariamente inestable”. No se puede tocarlo, pase lo que pase, sin que nada haya encima de él, ni valores de justicia ni democráticos, y cualquier regulación que ponga estos valores por encima del sistema sería absurda.
La tercera posición no es progresista. Es la más racional dentro del bando derechista. Las otras son directamente antisistema (antidemocráticas por ejemplo). Esta semana Christine Lagarde y Mark Carney se quejaban amargamente de los tremendos esfuerzos por parte de los bancos de retrasar, boicotear, impedir cualquier regulación. La francesa (jefa del FMI, ex-Ministra de Economía del neoliberal Nicolás Sarkozy, solo una maestra del consenso pudo conseguir remplazar otro francés, Strauss-Kahn, que fue expulsado por un cargo de violación) y el británico (gobernador del Banco de Inglaterra) están lejos de ser “progres izquierdosos”.
Luego del cúmulo de abusos alucinantes que dieron con la crisis financiera del 2008, los recientes desenfrenos fiscales y de lavado de dinero, y la manipulación del Libor y del Euribor (sin duda la manipulación económica más grande de la historia), todavía hay gente que piensa que el sistema debe ser “necesariamente” así. Entre ellos, Timothy Geithner fue uno de los causantes de las consecuencias nefastas de la crisis, y ahora publica un libro defendiendo la primera postura.