En el pasado, muchos gobiernos tuvieron la fijación de crear un ‘hombre nuevo’. Por cierto, esto refleja una arrogancia infinita, pues es absurdo querer cambiar la naturaleza humana en el período de un gobierno, cuando sabemos que es el resultado de varios millones de años de evolución.
Además, quieren crear ese ‘hombre nuevo’ a imagen y semejanza de su ideología. Y después aplican políticas que quizás podrían funcionar si las personas hubieran cambiado, pero como los seres humanos no cambian en tan poco tiempo, las políticas no funcionan.
Para crear este ‘hombre nuevo’ se empieza tratando de arrancarle a la población lo que los gobernantes definen como ‘vicios’. Por ejemplo, tomar cerveza los domingos. Dado que pocos vicios existen más graves que sentarse un domingo a tomar una cerveza después del vóley, entonces, para crear el hombre nuevo, hay que prohibirlas. También es importante insistir, por parte del Gobierno, que los domingos son días de ‘recogimiento’, para así terminar con un vicio y promover una virtud.
A otros se les ocurre que el consumo es un vicio. Y como no creen que deben respetar la libertad de elección de las personas, les encanta atacar estos ‘vicios’. Y deciden que es malo tener bonitos celulares y les ponen un impuesto altísimo a los celulares, para así, algún día, crear un ‘hombre nuevo’ libre de los vicios del consumo.
Después, para seguir cambiando a las personas, ponen en la Constitución cosas como que el objetivo del país entero es llegar al ‘buen vivir’, una situación en la que se desprecia el desarrollo, el crecimiento económico y el consumo. Y sobre todo, se desprecia que alguien pueda hacerse rico.
Entonces se crea todas las condiciones para que las inversiones no sean rentables, porque el ‘hombre nuevo’ no busca la máxima rentabilidad de sus recursos, sino su ‘sumak kawsay’.
El problema es que los inversionistas, al igual que el resto de seres humanos, no cambian y resulta que siguen buscando la máxima rentabilidad y, cuando no la obtienen, dejan de invertir o se llevan su plata a otro lado. Si los revolucionarios hubieran sido exitosos en crear el famoso ‘hombre nuevo’, tal vez podrían funcionar esas políticas económicas. Pero con seres humanos de carne y hueso, no funcionan.
O lo que pasa con el azúcar que está más cara en Colombia y Perú. Como los comerciantes no acaban de abrazar al sumak kawsay y siguen buscando ganar plata, terminan sacando el azúcar fuera del país y se produce escasez. ¿Malvados comerciantes? No, simplemente personas que quieren mejorar sus ingresos.
El problema no son los comerciantes o los especuladores, sino las políticas que no son diseñadas para seres humanos sino para entelequias teóricas del ala más irreflexiva de nuestra izquierda.