FF.AA. y orden público

Desde inicios de la República, una actividad de los militares fue el mantenimiento del ‘orden público’. Aparte de los golpes de Estado, los principales hechos de alteración del orden público fueron los alzamientos campesinos, que se produjeron fundamentalmente como reacción a los abusos en el cobro de impuestos. Estos fueron numerosos, aunque casi todos confinados a una localidad.

Luego de un estallido de violencia, que a veces dejaba uno o varios ‘blancos’ muertos, se mantenía cierta agitación en los centros parroquiales o cantonales, hasta cuando un destacamento de tropas cuyo número variaba entre unas decenas hasta ciento cincuenta o doscientos, se hacía presente en la zona. En buena parte de los casos ya no había enfrentamiento para entonces, limitándose los soldados a localizar a los ‘cabecillas’ prófugos que luego serían entregados a los jueces, aunque no fueron pocos los casos en que se los abaleó o lanceó estando desarmados. Cuando los amotinados ofrecían resistencia, una o varias descargas los dispersaba con saldo de algunos muertos y heridos.

Sin duda, la revuelta más fuerte se produjo en 1843 contra el establecimiento de un impuesto personal de tres pesos cuatro reales que debían pagar todos los varones de veinte y tres a cincuenta y cinco años. El hecho asumió proporciones grandes y atípicas porque participaron también en ella mestizos y ‘blancos’ y porque cubrió prácticamente toda la Sierra centro norte.

Parece que el control de los movimientos de grupos muy mal armados o definitivamente desarmados, no demandaba esfuerzo bélico mayor, sino más bien un ‘acto de presencia’ de la fuerza militar. El ejército se limitaba a ‘disolver’ las protestas. Muy pocos de los integrantes de los grupos insurrectos tenían armas de fuego y los peones indígenas no estaban armados, sino desempeñando labores de apoyo. Parece que el ataque a la tropa regular tendría la doble finalidad de apoderarse de sus armas y de reclutar quizá gente profesional.

En algunas ocasiones las autoridades dispusieron la movilización de tropa para represión del bandolerismo, activo tanto en los caminos como en las cercanías de las haciendas ganaderas. El robo a los viajeros y el abigeato iban a veces acompañados del asesinato, pero la intervención militar para reducir el bandolerismo se daba cuando el nivel de presión local era grande. El Estado tomaba iniciativa en la represión cuando los grupos de bandoleros podían llegar a la participación política, es decir, a insertarse dentro de un plan subversivo de mayor alcance que significara un potencial peligro para la estabilidad del Régimen.

Pero la verdad es que el uso de la Fuerza Armada para manejar el orden interno no fue nunca muy popular. Al final desató más conflictos que los que pretendía sofocar. Buena lección para el presente.

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